Queremos saber a dónde vamos
La etapa de Sánchez se ha caracterizado por dar palos de ciego y todavía a estas alturas, con el agua al cuello, que no la corbata, seguimos sin tener un plan estratégico para solventar el gravísimo problema de déficit energético
El problema energético de España viene de lejos y desde luego no está en la invasión de Ucrania su punto de arranque. Hemos sido históricamente un país deficitario en esta materia. Por eso en el franquismo se puso en marcha un plan para generar energía a través de un ambicioso desarrollo hidroeléctrico y se planificaron las refinerías, centrales térmicas y nucleares que funcionaron hasta hoy. Desde entonces, poco más se ha hecho, más allá de ir renovando la tecnología y la gran apuesta, eso es cierto, de la energía eólica. La etapa de Sánchez, sin embargo, se ha caracterizado por dar palos de ciego y todavía a estas alturas, con el agua al cuello, que no la corbata, seguimos sin tener un plan estratégico para solventar el gravísimo problema de déficit energético. Si alguien tiene la paciencia y la curiosidad de comprobar todo lo que Teresa Ribera, vicepresidenta responsable, ha dicho desde que llegó al Gobierno, comprobará que estamos embarcados en un autobús conducido por un niño y que bordea permanentemente la caída al precipicio. Ribera no ha hecho otra cosa que hacer declaraciones contradictorias. Ahora que los Verdes ya dejan quemar carbón en Alemania y en el Reino Unido consideran la energía nuclear como «energía verde», aquí seguimos enfangados en el sexo de los ángeles y nos dedicamos a enfadar a Argelia, castigar a las familias, liarnos con el gasoducto a Europa, que ya debería estar terminado, y sin un solo plan serio para el futuro. Padecemos un gobierno muy obsesionado con el pasado y los muertos de hace ochenta años, muy cobarde con los terroristas de la actualidad e incapaces de trabajar el futuro.