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Cosas que pasanAlfonso Ussía

La foto

La última y urgente foto de Pablo Iglesias se la han hecho en Buenos Aires, con la presumible ladrona Cristina Fernández de Kirchner. Acusada por un fiscal que probablemente proceda en las próximas semanas a quitarse la vida

Desde que las urnas le expulsaron de la política española, Pablo Iglesias necesita fotos. En el fondo – y en la forma–, su actividad política, parlamentaria, ministerial y ahora vacía de todo contenido, es un álbum de fotos. Un álbum necesitado de una ducha, pero ese detalle pertenece a otro apartado de su existencia. «Yo solo me lavo el pelo, la cara y las manos, es decir, lo que se ve», presumía Oscar Wilde, el genial y variopinto dandy. Al menos hacía un esfuerzo, y ya es hora de que alguien se lo agradezca públicamente. Gracias Oscar.

La última y urgente foto de Pablo Iglesias, muy natural e improvisada, por cierto, se la han hecho en Buenos Aires, en el despacho de la presumible ladrona Cristina Fernández de Kirchner. Acusada por un fiscal que probablemente proceda en las próximas semanas a quitarse la vida, como su antecesor el fiscal Alberto Nisman, que acusó a la presidenta recauchutada peronista de conspirar con Irán en un atentado terrorista contra un centro de la comunidad judía. El fiscal «se suicidó» pocos días más tarde de acusar a Cristina Fernández, y el caso se resolvió desde el Poder como un asesinato. La ventaja de la foto de Cristina y Pablo, inmortalizada en el despacho de la viuda del Pingüino, es que la mesa de reuniones no es como la de Putin, que parece que Putin está en Moscú y su interlocutor en Villanueva de la Serena. El fiscal que puede ser suicidado pide para la comunista Fernández más de diez años de cárcel por diferentes mangancias, las descamisadas huestes peronistas se han movilizado, y Pablo Iglesias, al fin, ha conseguido la foto. En La Codorniz de Álvaro de Laiglesia, colaboraba un divertido dibujante, Nacher, autor de una viñeta muy oportuna al respecto. Un señor muy bajito en una azotea se dirige a un individuo muy alto. –Señor, como ve soy tan bajito que no llego a la barandilla. ¿ Sería tan amable de suicidarme?.

El peronismo es el comunismo en versión argentina. Un comunismo con verborrea. No puedo presumir de conocimientos de esta especialidad austral de la extrema izquierda, por cuanto sólo he conocido a peronistas en el exilio y todos ellos eran multimillonarios. Desde Perón y su dulce segunda esposa, María Estela Martínez, autollamada Isabelita, vecinos de la urbanización Puerta de Hierro, la más exclusiva de Madrid, a José López Rega, motejado como «El Brujo» y a Jorge Antonio, el humilde subalterno de Perón que llegó a poseer la yeguada más cara y competidora del Hipódromo de La Zarzuela. Entre las costumbres peronistas destaca la herencia presidencial matrimonial. Muerto Perón, María Estela Martínez –Isabelita–, fue nombrada presidenta de la República Argentina, y fallecido el Pingüino Kirchner, su esposa Cristina Fernández, la inductora de suicidios y presumible trincona, sucedió a su marido en el cargo. La presidencia de María Estela fue tan penosa y pavorosa que provocó el golpe de Estado militar de Videla, Galtieri y Massera, con su férrea dictadura, a la que se acogió Gila para huir del franquismo, cuando el franquismo lo único que hizo con Gila fue perseguirlo para invitarle a actuar en la celebración de la Gala del 18 de Julio en el Palacio de La Granja de San Ildefonso. Gila no se refugió de quien no le perseguía en Cuba, sino en una dictadura militar de extrema derecha provocada por el peronismo.

Cristina Fernández no ha sido procesada por errores o delitos políticos. Está procesada a petición del fiscal por robar y enriquecerse abusando de su cargo. De ahí que sorprenda la visita y la foto de Pablo Iglesias acudiendo en su socorro. Después de visitar a la recauchutada mujer, firmó el libro que le presentó el presidente peronista Fernández, que se refirió días atrás a un «próximo suicidio».

Es de esperar que en Argentina se venda el libro del líder del alcantarillado español. En España, ha vendido muy pocos.

Pero sólo la foto, por la foto, para la foto y desde la foto, ha valido la pena el viajito.