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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

Traición en tiempo récord

De un mes a otro, Sánchez ha pasado de un sentido homenaje en Ermua a Miguel Ángel Blanco a otorgar beneficios penitenciaros al psicópata que lo mató

El pasado 10 de julio se celebró en Ermua el homenaje a Miguel Ángel Blanco, símbolo de la crueldad extrema de ETA. Allá acudieron las primeras autoridades del Estado, con el Rey al frente, y también el líder de la oposición. Pese al manifiesto pasteleo del PSOE con Bildu, el partido de ETA, que se ha convertido en uno de sus principales aliados parlamentarios, Sánchez sorprendió con un sentido discurso contra el terrorismo etarra y en defensa de las víctimas. Fue una alocución tan impecable que la habría firmado el propio Mayor Oreja. «Debemos seguir empeñados en la memoria, en el recuerdo, en el afecto hacia las víctimas, porque parte de nuestra dignidad como sociedad se la debemos a todos ellos», proclamó con gesto muy solemne el presidente del Gobierno. «Necesitamos que la sociedad no olvide», recalcó.

Pues bien, al mes siguiente, ha sido el propio Sánchez el que se ha entregado al más repugnante y rápido de los olvidos, concediendo beneficios penitenciaros al asesino que descerrajó dos tiros en la cabeza de Blanco en un descampado (tras un agónico secuestro de 48 horas que mantuvo el corazón de toda España apretado en un puño de rabia y pena). El presidente del Gobierno protagoniza así una traición en tiempo récord a la memoria de las víctimas y a la del propio Blanco. Un engaño más, que acredita lo ya sabido: su palabra es quincalla, vale menos que un marco en la hiperinflación de la República de Weimar.

En Estados Unidos, China o Japón, Francisco Javier García, alias Txapote, ya estaría muerto, pues su participación en 14 asesinatos, en varios de ellos como sicario ejecutor, le habría costado la pena capital. En el Reino Unido no saldría en su vida, se pudriría en prisión. En España, si fuese un delincuente común, tampoco pisaría jamás a la calle, sería objeto de la prisión permanente revisable.

En puridad, Txapote es un psicópata. Ha matado sin pestañear, jamás ha mostrado el más tímido atisbo de arrepentimiento. Incluso fue el jefe que reorganizó los comandos terroristas para espolearlos a la máxima violencia. En los juicios ha mostrado la rabia feroz de una alimaña, ajena a toda razón y humanidad. Pero ahora va a ser premiado por el Gobierno con el acercamiento a una cárcel del País Vasco. Dado que Sánchez ha transferido la competencia de las prisiones al Ejecutivo del PNV, queda garantizado que Txapote pronto saldrá a la calle a tomarse unos potes, mientras las familias de Blanco, Múgica, Gregorio Ordóñez, Buesa, el sargento Morcillo, el policía Nieto… seguirán llorándolos a perpetuidad.

Txapote cumple el año próximo tres cuartas partes de su condena. Podrá ser receptor ya de permisos penitenciarios. ¿Se los va a negar el PNV? Con 57 años y en plena forma, uno de los asesinos más brutales de la historia de España estará tomando el sol los fines de semana por las plazas vascas, con el preceptivo homenaje de bienvenida, por supuesto, y una paguita pública de algún tipo.

Toda esta infamia tiene un único culpable, Pedro Sánchez Pérez-Castejón, y aunque no lo parezca, semejante podredumbre moral le va costar las elecciones. Hay vergüenzas que no se pueden tapar ni desfondando las arcas públicas por completo para intentar comprar el voto a golpe de subvenciones.

¿Qué tal dormirá este individuo? ¿Le quedará algún rescoldo de conciencia?