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Aire libreIgnacio Sánchez Cámara

Ataque a la vida

Si no se protege la vida humana en todas sus fases, el orden moral se derrumba y con él, la sociedad

La declaración de monseñor Paglia acerca la legislación italiana sobre el aborto ha provocado un escándalo, ya que se aparta de la doctrina oficial de la Iglesia católica. Se produjo el pasado 26 de agosto en una entrevista concedida a la emisora de televisión Rai Tre. En ella se refirió a la ley que legalizó el aborto en Italia como «un pilar de nuestra vida social». Es cierto que a continuación se refirió a la necesidad de proteger la maternidad y la natalidad para evitar que se produzca una brecha entre generaciones. Pero, al final, ante la pregunta de la presentadora, confirmó sus palabras: la legalización del aborto es un pilar de nuestra vida social. La ley se aprobó en 1978 y establece la legalidad del aborto en los primeros noventa días de embarazo, y después por motivos específicos con indicación de un médico.

Ante un extenso manto de silencio episcopal, se han producido algunas críticas. Entre ellas la durísima del arzobispo Carlo Maria Viganò. «Al elogiar el aborto legalizado, el presidente de la Academia Pontificia para la Vida se ha alineado con la ideología anticristo de la ONU». Porque se da la triste circunstancia de que Vincenzo Paglia es presidente de la Academia que fundó Juan Pablo II precisamente para defender la vida humana desde la concepción hasta la muerte natural, y gran canciller del Instituto Juan Pablo II para el estudio de la Familia y el Matrimonio, en el que, por cierto, realizó una purga académica a su llegada, más propia de los métodos soviéticos que de la fraternidad cristiana. Por otra parte, el Papa Francisco ha condenado el aborto definiéndolo repetidamente como «un crimen, un mal absoluto».

La Academia que preside ha salido en defensa de su presidente al afirmar que la declaración se ha sacado de contexto y que su intención no era hacer un juicio de valor sobre la ley sino sólo constatar que es prácticamente imposible derogarla. Pero es imposible justificar una declaración tan clara como contraria a la doctrina católica sobre la materia. Si no ha hecho un juicio de valor ha cometido ya un grave error, pues no es correcto calificar la ley como un pilar de la sociedad sin desacreditar inmediatamente al pilar e incluso a la propia sociedad. Pero hablar de «pilar» de la sociedad no constituye una expresión neutra, a menos que vaya seguida de la descalificación. Un pilar es algo en lo que una cosa se apoya, que la sostiene, que constituye su fundamento. Entonces, monseñor Paglia ha defendido la tesis de que la sociedad italiana se fundamenta, entre otras realidades, en la legalización del aborto. No es aceptable defender que la sociedad se fundamenta en un crimen y no condenarlo inmediatamente. El estupor de la inmensa mayoría de los católicos no sólo es comprensible, sino que está plenamente justificado. No se entiende que continúe presidiendo la Pontificia Academia para la Vida.

Si no se protege la vida humana en todas sus fases, el orden moral se derrumba y con él, la sociedad. Eliminar una vida humana no puede fundamentar nada ni ser pilar de nada. Julián Marías conoció al médico Jérôme Lejeune en 1980. Años más tarde lo calificó como «uno de los hombres que más se han esforzado por mostrar la significación inaceptable del aborto, cuya difusión, fomentada por unos y pasivamente recibida por otros, es a mi juicio lo más grave que ha sucedido en el siglo XX». Marías se refería con frecuencia a la angustia que sufría, hasta llegar a no poder dormir, ante la realidad del aborto. En 1982 escribió: «Vivo angustiado hace varios años al saber que todos los días se mata, fría y metódicamente, a miles de niños aún no nacidos, se les impide llegar a ver la luz, se los expulsa del seno materno -la más íntima y profunda de todas las casas del hombre-, se los echa a morir». Y acaso convenga recordar que el discípulo de José Ortega y Gasset es un gran filósofo católico y liberal. Así habla un cristiano sobre el aborto.