La duda es libre
No me creo lo del atentado a Cristina Fernández de Kirchner, y me decanto por la posibilidad de un montaje
«El Gobierno argentino toma la calle tras el atentado a Kirchner», se lee en la portada del diario El Mundo. «El Gobierno alienta las protestas en apoyo a Cristina Fernández de Kirchner tras el fallido atentado contra la vicepresidenta, acusada por corrupción», anuncia ABC. Ignoro la interpretación de la noticia en El País, Público y La Razón, periódicos de complicado acceso a mi hogar. La duda es libre. No me creo lo del atentado a Cristina Fernández de Kirchner, y me decanto por la posibilidad de un montaje. Al peronismo comunista le conviene, al Gobierno argentino le conviene, a Cristina Fernández de Kirchner le conviene, y al fiscal que pretende enchironarla le señala como un desalmado. Por otra parte, el fallido magnicida, un brasileño llamado Fernando Sabag, está muy bien elegido. Cuando el Príncipe heredero de Sarawak Mikunko Tafanoko, que reinaría años más tarde con el nombre de Tafanoko I, sufrió un atentado mientras compraba seis relojes Rolex en una joyería de Singapur durante un viaje privado, la Policía detuvo como principal sospechoso a un turista islandés, Vigdor Finboga, que pasaba por ahí de la misma manera que podía haber pasado por allá, e incluso, por acullá. Finalmente se supo que Mikunko Tafanoko, que no gozaba en exceso de las simpatías de sus compatriotas, se montó el atentado para elevar su popularidad y acusar a su hermano menor, Tananko Tafanoko, de intentar eliminarlo para ocupar su privilegiado lugar en la dinastía. Gracias a la intercesión de la madre de las criaturas, la Reina Dufuta Samakún y Pirolas de Segrelles –de madre natural de Sant Damiá del Maresme, y de la que se prendó el Rey Mikofandra V, abuelo de los niños–, el caso fue sobreseído por la Justicia de Singapur, si bien el pobre islandés que pasaba por ahí, de la misma manera que pudo pasar por acá, por allá o por acullá, pasó tres noches en un calabozo acusado de magnicidio terrorista. En la actualidad sigue internado en un Centro de Salud Mental de Keflavik, exclusivamente pendiente de la llegada de cada sábado, día en el que le cambian los globos para jugar.
Vamos a ver. Es mucha casualidad. Una pistola con cinco balas en el cargador que se encasquilla. Un tipo que se acerca a menos de un metro de distancia de su víctima rodeada de escoltas en una manifestación de miles de partidarios de la señora Fernández. Las calles de Buenos Aires a un paso de la extrema violencia. Espero no ser malinterpretado. De ser cierto que Cristina Fernández de Kirchner sufrió un atentado, se me antojaría una cobarde y repugnante vileza, pero de esta mujer se puede esperar cualquier cosa. Gracias a la presión de los suyos, que son muchos y están dispuestos a todo, ha salvado su excepcional patrimonio –hinchado durante el mandato de su esposo y el suyo propio–, y esquivado la acción de la Justicia. El Fiscal Alberto Nisman, que intentó su procesamiento, se «suicidó» pocos días después de hacer pública su determinación. Y lo que resulta más grave, concluyente y digno del mayor recelo. Es amiga de Pablo Iglesias y de Irene Montero, y en Podemos se siente una unánime admiración por ella y sus políticas, por llamarlas de alguna manera.
Llopis escribió una novela en la colección de la Editorial Janés El Monigote de Papel titulada Lo malo de la guerra es que hace ¡Pum!. Una tontería sonriente. De ser cierto que han intentado asesinar a Cristina Fernández, reciba toda mi solidaridad y alegría por haber salido con vida. Pero me encajan otras piezas. Como en la novela de Llopis, lo malo de las pistolas es que hacen «pum», exceptuando a las pistolas que no quieren hacer «pum» o están manipuladas para no hacerlo.
La duda, en España, todavía es libre.