Tiembla, Bolaños
Apuesto a que no veremos otro debate como este en el Senado. Todo lo más, la sesión mensual de control al Gobierno. Y no sólo porque no le haya ido bien a Sánchez. Es que a estas horas ya se han dado cuenta de que la no presencia de Vox en la Cámara Alta da un protagonismo al PP que perjudica mucho al Gobierno
Confieso que me hubiera gustado escribir hoy sobre los 500 años de la llegada a Sanlúcar de Barrameda de Juan Sebastián de Elcano. Para conmemorarlo se produjo ayer una parada naval en la desembocadura del Guadalquivir con el Rey recibiendo la nave homónima que venía de circunnavegar el mundo. Claro que cuando vi que la conmemoración se ha hecho acortando por el Canal de Suez, se me quitaron las ganas. Este Gobierno es incapaz de no hacer una chapuza en todo. Sólo les ha faltado pasar por el Canal de Panamá en lugar del Cabo de Hornos.
Así que me ha parecido más relevante hablar del debate de ayer en el Senado entre Sánchez y Núñez Feijóo. Desde el primer momento advertimos en este periódico que era un debate al que Feijóo acudía con una mano atada a la espalda. No hay debate posible cuando una de las dos partes puede más que quintuplicar el tiempo de la otra. Y, peor aún, cuando el presidente del Senado, Ander Gil, aplica el reglamento, en cuanto a los tiempos del jefe de la Oposición, con un rigor improcedente en el caso de lo que ayer ocurrió.
La semana pasada el ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, dijo que Núñez Feijóo estaba temblando ante el debate de ayer. No dio esa impresión en absoluto. El único problema de Núñez Feijóo ayer fue enfrentarse a alguien que miente sin pudor, en cascada, y después de una primera intervención de más de una hora a la que Feijóo sólo puede responder 15 minutos, la contra réplica de Sánchez triplica el tiempo empleado por el jefe de la Oposición al que acusa de mentir. ¿El político más mentiroso de la historia de España y el que ha normalizado el faltar a la verdad tiene el valor de acusar a otro de mentir?
Sánchez empleó los trucos más zafios, como dirigirse «a la bancada de la derecha y la ultraderecha». ¿A qué llama Sánchez ultraderecha en un Senado en el que Vox –suponiendo que ese partido lo fuera– no tiene grupo parlamentario? Habla de que los salarios «van a seguir subiendo porque los trabajadores lo merecen» faltando a la verdad porque los salarios bajan cuando hay una inflación del 10,4 por ciento y se pierde poder adquisitivo cada día. Los ejemplos serían infinitos.
Con la desventaja de tiempo disponible que tenía el jefe de la Oposición, Sánchez todavía se atrevió a echarle en cara que no le contestara a algunas de las cosas que dijo el presidente. Pero, por supuesto, el que dispuso de todo el tiempo que quiso no rebatió a Núñez Feijóo cuando aportó datos muy relevantes y poco conocidos por buena parte de la opinión pública como el que España se ha convertido en el primer país importador de gas licuado de Rusia para paliar el desastre de la política exterior de Sánchez que casi nos ha hecho romper con nuestro suministrador, Argelia. O cuando le recordó que en Alemania hay un Gobierno de coalición de tres formaciones encabezado por los socialistas y con 16 ministros, seis menos que en España donde son dos las formaciones representadas.
O, finalmente, cuando se regocijó de las lecciones políticas que le intenta dar Sánchez cuando él, durante su gestión como secretario general del PSOE, ha conseguido que su partido, que un día gobernó Galicia, sea hoy el último, cuarto de los cuatro que tienen representación en el Parlamento gallego.
Apuesto a que no veremos otro debate como éste en el Senado. Todo lo más, la sesión mensual de control al Gobierno y listos. Y no sólo porque no le haya ido bien a Sánchez. Es que a estas horas ya se han dado cuenta de que la no presencia de Vox en la Cámara Alta da un protagonismo al PP que perjudica mucho al Gobierno. Creo que el que de verdad tiembla es Bolaños.