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Perro come perroAntonio R. Naranjo

Asalto al Poder Judicial

Los magistrados del Constitucional deben decidir si son antes jueces o militantes de cualquier partido, y de ello depende la calidad de la democracia

A Sánchez le dieron el Gobierno Pablo Iglesias, Oriol Junqueras y Arnaldo Otegi, y ha hecho con él una embajada de Venezuela en España. Le dieron también RTVE, y ha logrado que el NODO de Franco parezca la CNN a su lado. Le dieron la Fiscalía General, y puso en ella a su ministra de Justicia, Dolores de Garzón o Baltasara Delgado, que ejerció con ambas identidades.

Y lo que no le dieron lo cogió, asaltando hasta el más recóndito rincón del Estado para poner allí a un amigo, un esclavo, un servidor y un siervo, con Correos como emblema: allí sigue, sin haber pegado un sello en su vida, su antiguo jefe de gabinete, con la misma experiencia en la materia que Begoña Gómez en asuntos africanos.

Sánchez no ha copado razonablemente los espacios de poder, desde mayorías más parlamentarias que sociales pero en todo caso legales: ha ido más allá, en formato de termita, como si supiera desde siempre que su paso por la Presidencia es una efímera carambola irrepetible e intentara invertir el destino a golpe de decreto y dedazo.

Solo algo se le ha resistido, a medias al menos, más allá de unos pocos medios de comunicación confinados en la checa mediática que Sánchez también ha creado y airea ya incluso desde el Senado, achacándonos a los cuatro valientes que señalamos al emperador desnudo una malvada conspiración judeomasónica para bajarle del Falcon.

Ese Álamo es la Justicia, o una parte de ella, objeto del abordaje pirata de este Pancho Villa con ínfulas casi desde el inicio de la plaga: primero asaltó la Fiscalía General y la Abogacía del Estado y después, con Podemos y su chavismo congénito, asaltó el Poder Judicial para controlarlo por lo civil o lo militar. Y al no lograrlo, lo paralizó, lo amenazó e intenta que se muera por inanición si no se rinde.

Como los moros para tomar Constantinopla, en esa trágica batalla narrada por Stefan Zweig en «Momentos estelares de la humanidad» resuelta por un error absurdo, ahora intenta conquistarlo por la puerta de atrás, renovando a la fuerza el Tribunal Constitucional para, desde allí, blanquear a sus socios, consolidar sus delirios legislativos y culminar el acoso al Poder Judicial, que lo quiere sometido como TVE o Correos.

El desafío a la separación de poderes es claro, frontal y sostenido. Solo lo niegan quienes buscan un beneficio y anteponen su ideología, prejuicios y manía a los hechos y sus consecuencias.

Por eso no puede haber magistrados conservadores y progresistas en esto. Solo deben sentirse magistrados, y depositarios de una misión que excede de sus filias y sus fobias y dirime la calidad de la propia democracia española: someter al Poder Judicial y convertirlo en una extensión de la Moncloa, sea quien sea el presidente, es un abuso. Y ante los abusos no hay colores que valgan: o se suscriben o se combaten. No hay término medio.

O jueces o lacayos, señorías. Ustedes deciden.