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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

Georgina, Tamara, Rociíto y ahora: Pedro

Aprobar en el BOE un 'reality' para hacer propaganda al presidente del Gobierno en año electoral supone una vulneración inaceptable de las reglas de juego

Las hermanas Kardashian arrancaron con su programa de telerrealidad en 2007, cuando Sánchez todavía era un ignoto concejal de Madrid. Las cámaras las escrutaban en su intimidad y resultó un gran éxito, que se prolongó veinte temporadas.

El género del reality doméstico ha acabado aterrizando también España. Los dos más sonados hoy son los de Georgina Rodríguez y Tamara Falcó. El primero es una suerte de festival del chonismo adinerado, a ratos casi entrañable por la candidez kitsch de su protagonista. La marquesa, el de Tamara, aspira a aportar más clase, pero resulta más aburrido. El próximo año, a ambas divas y a Rociíto les surgirá un durísimo competidor: Sánchez, según acaba de confirmar él mismo a través del Boletín Oficial del Estado.

Está a punto de cumplirse un año de la dimisión del canciller austríaco Sebastian Kurz, por entonces de 35 años y con un carrerón por delante. ¿La acusación? Sufragar la publicación en periódicos de encuestas cocinadas, que eran pagadas mediante anuncios del Ministerio de Finanzas. La democracia de su país no lo toleró. Le costó el puesto. Aquí, en España, esa misma práctica está perfectamente institucionalizada. Desde junio de 2018, cuando Sánchez colocó a un miembro de la Ejecutiva del PSOE al frente del CIS, se publican por sistema sondeos sufragados con dinero público que están distorsionados para favorecer al líder de ese partido y presidente del Gobierno.

Estamos viviendo prácticas que parecían reservadas a las repúblicas bananeras. El BOE informó el sábado del acuerdo de la Secretaría de Estado de Comunicación con dos productoras para iniciar lo que llama una «serie documental sobre la presidencia del Gobierno». Acto seguido, se aclara que de lo que se trata es de filmar «el día a día del trabajo realizado por el presidente del Gobierno». Es decir, un reality show con Sánchez como protagonista, que se titulará Las cuatro estaciones (pobre Vivaldi).

Tomando a los españoles una vez más por pánfilos, el Gobierno asegura en el BOE que el documental «en ningún caso presentará caracteres propios de propaganda o publicidad partidista o política». Según el Ejecutivo, un show que se emitirá en un año de elecciones municipales y generales, y que se centra en mostrar lo mucho que trabaja Sánchez y lo majo que es, no es propaganda.

Ofendiendo nuestra inteligencia, el BOE explica que «se trata de un instrumento idóneo para trasladar a la sociedad las funciones de la presidencia del Gobierno». El reality de Sánchez tiene «una finalidad estricta de transparencia democrática», según dicen. Notable observación, toda vez que hablamos de un presidente de notoria alergia a la transparencia.

El Ejecutivo no pagará a las productoras. Solo faltaba, pues el hecho de permitirles filmar el día a día interno de la Moncloa les permitirá hacer un lucrativo negocio vendiendo el show a alguna cadena o plataforma. Para quedar bien, se estipula que el 20 % de lo que ganen se lo tendrán que entregar al Gobierno, para que lo reparta entre las oenegés que elija (capaces son de fundar Eutanasia sin Fronteras).

Si todo esto les está pareciendo hediondo, tomen aire, que hay más. El BOE recoge que se facilitará a las productoras la grabación en plena actividad y junto al gran líder de «miembros del Gobierno, altos cargos y personal al servicio del presidente del Gobierno». Por lo tanto, Sánchez está obligando a sus ministros, a los de Podemos y a los funcionarios a prestarse a un show propagandístico que ha montado para promocionarse en año electoral; ¿y quién va a ser el valiente que se niegue a cooperar?

Todo esto no se consentiría en ninguna democracia de nuestro entorno, por supuesto (de hecho no se entiende a qué espera la oposición para denunciarlo ante los tribunales).

Este Gobierno ha deteriorado tanto la calidad de nuestro sistema político que puede parecer que el público ya transige con todo. Y, sin embargo, la encuesta de Target Point que este domingo ofrece El Debate refleja lo contrario: Sánchez perdería las elecciones y la Moncloa claramente. Tal vez de ahí sus nervios y su frenesí marketiniano. La factura puede tardar en llegar, pero las tomaduras de pelo se pagan y lo de Sánchez ha resultado tan excesivo que ha alcanzado la elusiva categoría de lo imperdonable.