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Cosas que pasanAlfonso Ussía

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No respondo a ninguno de mis lectores por no hacer desaires ni distingos. Uno de ellos, me corrige siempre que escribo «Juan Sebastián de Elcano»

Leo los comentarios que provocan mis artículos en el Debate. No respondo a ninguno de mis lectores por no hacer desaires ni distingos. A todos les agradezco su interés y su cortesía. Hay, entre ellos, alguno que no me traga, partidarios entusiastas del Régimen anterior, que no es precisamente el objetivo de mis críticas. Uno de ellos, me corrige siempre que escribo «Juan Sebastián de Elcano», que así se llamaba nuestro héroe común y así se denomina el bergantín y buque-Escuela de la Armada Española. En el norte de España, muchos apellidos hidalgos llevan la preposición «de», correspondiente al lugar de origen. Mi apellido es «de Ussía», y así firman y lo mantienen mis hermanos, pero yo prescindí del adorno porque me resultaba más cómodo y menos pretencioso. Don Blas, otro héroe guipuzcoano, no se llamaba Blas Lezo, sino Blas de Lezo, y lo mismo sucede con Juan Sebastián Elcano, que era «de Elcano», ahora eusquerizado por el nacionalismo con la «k» en lugar de la «c». Le dicen «Elkano» para hacerlo más vasco, lo cual se me antoja una supina gilipollez. El viejo vascuence, dividido en sus siete dialectos, fue un lenguaje ágrafo hasta el siglo XVII, y la «k» sustituyendo a la «c», una ocurrencia del vizcaitarrismo –«bizkaitarrismo, ahora–, de Sabino Arana, es decir, del cercano siglo XIX. En el lenguaje verbal, es habitual referirse a Juan Sebastián Elcano, pero en el escrito, lo correcto es “de Elcano», como de Lezo, de Areilza, o de Loyola, puntualizando el origen de hidalguía. El fundador de la Compañía de Jesús no fue Iñaki Loyola – ahora «Loiola»–, sino Ignacio o Íñigo de Loyola. Mas o menos.

Ayer escribí de las agendas, y especialmente de la agenda cambiante del Chulo Supremo. Y del incorrecto verbo «agendar». Escribí que «agendar» no está admitido en el Diccionario de la Real Academia Española, después de consultar con mi volumen correspondiente a la vigésima primera edición, la correspondiente a 2001. Posteriormente consulté con mi diccionario de la edición siguiente y última, la vigésima cuarta, editada en 2014 en homenaje al tercer centenario de la Real Academia, fundada durante el reinado de Felipe V. Y tampoco aparece «agendar», a Dios gracias. Pero mi apreciado lector «Gonvado», cuyo avatar muestra a un héroe de ficción compartido, el capitán Haddock de Hergé, y que es un lector ponderado, culto, educado y certero que más de una vez me ha soplado en las orejas, advierte de mi error y transcribe las acepciones de la RAE del verbo «agendar». Tengo mala suerte. En mi biblioteca se juntan ocho ediciones diferentes del Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia Española. Y en ninguno de ellos, aparece «agendar». Ni en la edición del tricentenario de 2014. Me han vendido, pues, volúmenes incompletos. Soy tan pelmazo, que me gusta leer los diccionarios, y gracias a ello y a Mingote, que trasladó mi queja, figura –al fin–, en el diccionario de la RAE el pato malvasía –0xyura leucocephala–, una anátida que sólo se encuentra en los humedales del sur de España y Portugal. Antonio Mingote, por encargo del pato, me envió un precioso dibujo en el que uno de ellos, sobre la cubierta del diccionario me lo agradece: –Gracias, don Alfonso, por haber conseguido que me incluyan en este libro tan gordo–. Pero en mis volúmenes, señor «Gonvado», y lo siento en el alma, no aparece el verbo «agendar». Y como soy muy antiguo, hasta que no se registre en las futuras ediciones impresas, voy a seguir insistiendo en su impostura. No obstante, a todos, mi profundo agradecimiento, exceptuando al manipulador nacionalista que no se identifica.

Y como es de rigor, bueno es cerrar este texto con la frase del año: «Que te vote 'Txapote'».