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Ojo avizorJuan Van-Halen

El sembrador de cabreos

Quieren gobernar como si España fuese un régimen soviético. Pero no lo es. Y, mientras, el sembrador sigue sumando cabreados

Desde su llegada a Moncloa el presidente ha ganado en nerviosismo lo que ha perdido en confianza. No en sí mismo, que es infinita, sino en las posibilidades electorales de su capacidad de engañar. Hubo un tiempo en el que engañaba a todos sobre todo y ahora siembra cabreos allá por donde va. Supongo que eso no se lo dice Bolaños. Pero Sánchez no es tonto y lo percibe porque la realidad es sonora. Y no sólo en sus viajes para reunirse con la gente –que no escucha–, cada vez en actos más amasados y cerrados, sino también cuando acude a las televisiones, incluso «amigas», algún afectado por la realidad que vivimos. Un cabreo generalizado que no apagan las entrevistas inducidas en la televisión pública, como el último lametón del tal Xabier Fortes: «Muy bien, ¿no?»

Quiero suponer –ya digo que Sánchez no es tonto– que está arrepentido de gobernar con Podemos. Genera sus mayores dolores de cabeza. Tiene sus votos pero el precio político es cada vez mayor y en las urnas no lo pagará sólo Podemos; sobre todo lo pagará él. Sánchez no se atreve a cesar a impresentables ministros de Podemos y ellos no dimiten, estando en público desacuerdo, porque no encontrarían nada mejor para vivir del cuento. Podemos no cree en la libertad, en la propiedad privada, en la iniciativa social, y apuesta por un control férreo de nuestras vidas y un intervencionismo agobiante. Quiere poner en práctica falsas soluciones que fracasaron hace muchos decenios entre persecuciones, lágrimas y sangre. Por las redes vuela una fotografía de Yolanda Díaz ante un enorme dibujo de la hoz y el martillo. Eso sí, vistiendo un modelito chulísimo. Detrás de estos progres caviar crece la hipocresía.

Si Yolanda y Garzón, pongo por caso, tuvieran que elegir para un eventual exilio –que no les deseo– entre las dos Coreas ¿cuál elegirían? Pues eso. En la Corea de Kim Jong-un Yolanda no hubiera podido pasar del desaliño y los vaqueros de Ferrol a los modelitos de Madrid, ni Garzón podría haber ofrecido a los casi 300 invitados de su boda solomillo, bogavante, foie y cava pensando ya en su campaña contra la carne con el lema «Menos carne, más vida». El caso de Garzón es significativo. Tampoco hubiese podido poner fin a su menú nupcial con exquisitas pirámides de chocolate al intuir su campaña contra los dulces. Cuando regresó de su mes de luna de miel en Nueva Zelanda, declaró que había sido «como la de cualquier español». O está desinformado o miente. Para mí que miente.

Estos comunistas travestidos de lujosos y pudientes con el dinero público, que han cambiado sus vidas a mucho mejor dejando al descubierto lo que buscaban, que no era el bienestar de «la clase media y trabajadora», sino el suyo, seguramente creen que los españoles somos tontos o amnésicos. Según un célebre estudio de Oxford, en la decisión de los votantes cuentan no poco la hipocresía de los políticos, la repercusión de sus decisiones en las economías familiar y de la pequeña empresa, y la percepción continuada de que los políticos les mienten. Si no somos más tontos que los ingleses, que no sé, Sánchez y Podemos lo tienen bastante negro de cara a las urnas. La hipocresía es evidente, las decisiones económicas desastrosas y la mentira es el espacio natural del presidente.

Sánchez, además, está mal acompañado. Yolanda decidió «topar» los precios de los alimentos básicos. Lo mismo planteó Chávez en Venezuela y fue un fracaso generador de más miseria. Yolanda no contó con los ministros concernidos, aunque tragarán. Esa fórmula puede ser ilegal; en España existe la defensa de la competencia y la normativa de la UE. Los comerciantes pequeños y medianos de la alimentación ya son nuevos cabreados. Y la vicepresidenta declara que los apoya. ¿Ahogándolos?

Es conocida aquella conversación en la que Stalin comenta a Lenin unas acciones delictivas suyas en Georgia, y concluye: «Más importante que la ley es la revolución». Yolanda acaso recuerde: «La ética debe adaptarse a la necesidad de la victoria». La frase es de quien la aupó al Ministerio y a la vicepresidencia. Y de ahí viene todo. Quieren gobernar como si España fuese un régimen soviético. Pero no lo es. Y, mientras, el sembrador sigue sumando cabreados.