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Pecados capitalesMayte Alcaraz

Irene o 'El cuento de la criada'

Que los juanes se conviertan en juanas, tengan relaciones con una menor, si hay embarazo puedan abortar sin que sus padres lo sepan, y si al final del camino molestan a la sociedad, le pueda ser aplicada a Juanito o a Juanita la eutanasia

La ingeniería social de Irene Montero y otras chicas del montón está poniendo patas arriba nuestro marco jurídico, nuestra seguridad legal y definitivamente el sentido común. A la aberración de la ministra de Igualdad, animando a los niños a tener relaciones sexuales, no ha seguido una destitución fulminante del presidente del Gobierno ni la rectificación de la ínclita, que volvió a decir que era víctima de la ultraderecha, ni siquiera una enmienda pública de la titular de Justicia, notaria general del Reino, que es ya la peor ministra del ramo de toda la democracia. Llop tenía difícil empeorar la marca de Fernández Bermejo, Lola Delgado o Juan Carlos Campo, pero lo ha conseguido actuando de letrada de la defensa de un delincuente (buena persona, pero delincuente) condenado en firme por el Supremo, cual es José Antonio Griñán.

Esperar que Llop reprenda públicamente a una bocachancla acreditada es tanto como aguardar que Putin haga una donación a los niños ucranianos enfermos de cáncer. El sexo con menores de 16 años es delito, y que una legisladora pueda decir una barbaridad así registrada en el libro de sesiones da una idea clara de la inmoralidad de este Gobierno que ha impuesto la cultura de la muerte con sus leyes del aborto y de eutanasia, que ha criminalizado a los hombres que no obtengan un consentimiento por escrito para tener relaciones con una mujer, que blanquea el sexo con menores (práctica que en el Código Penal es conocida como pederastia) y que deja en manos de cualquier Juan que un día se levante con resaca, acudir al Registro Civil donde un amable funcionario le inscribirá como Juana. Y a todas estas aberraciones dará su aprobación próximamente el Tribunal Constitucional con una mayoría de izquierdas, para lo que previamente Lesmes dimitirá el 5 de octubre tras entregar el tribunal de garantías a Pedro Sánchez.

De esa ignominia del Gobierno es hija una de las noticias más abracadabrantes del año, que nos servía Yolanda Canales hace unas horas en El Debate. Un sujeto que pegó a su pareja en Cataluña había decidido cambiarse de sexo por lo que la violencia infligida sobre su compañera pasó de ser castigada como agresión de género a ser intrafamiliar, porque cuando una mujer pega a otra la pega menos, según la dotrina Montero, y además no hay ideología de por medio. Es decir, que cuando los golpes los da un hombre son golpes de derechas, de extrema derecha, pero si la paliza la reparte una fémina la somanta de palos es progresista y, por tanto, no debe recibir un reproche penal agravado (cinco años en la trena) sino que, con un poco de suerte, podrá conmutar la condena por una multa y la víctima no podrá acceder a las ayudas económicas y sociales previstas en la ley de violencia machista.

Moraleja del cuento de la criada sanchista: que los juanes se conviertan en juanas, tengan relaciones con una menor, si hay embarazo puedan abortar sin que sus padres lo sepan, y si al final del camino molestan a la sociedad, le pueda ser aplicada a Juanito o a Juanita la eutanasia. La distopía de Sánchez es ya una realidad. Pocas bromas.