Ximo ya no ve un líder, ve un pato cojo
Los barones empiezan a intentar saltar del barco de Sánchez y el aparato muestra sus nervios con rasgos de histeria en sus críticas a la oposición
En los últimos días, los medios y comentaristas del Orfeón Progresista intentan vender que empieza a dar sus frutos el toque de cornetín de Sánchez para cargar a degüello contra Feijóo. El candidato del PP estaría perdiendo fuelle gracias a la pugnaz campaña de oposición a la oposición que ha lanzado el PSOE. Pero la realidad es que los susurradores demoscópicos que más saben cuentan todo lo contrario: continúan constatando en sus barómetros que Sánchez no remonta y que su adversario se mantiene arriba con solidez. Todos los barones, cargos y fontaneros socialistas son conscientes de que la burra no anda. De ahí los síntomas de taquicardia aguda en el PSOE.
Los indicios del agobio socialista son tres:
1.-Un entusiasmo un tanto histérico en los ataques a Feijóo (De Celis, el socialista que ocupa la vicepresidencia primera del Congreso, lo ha llamado «triste, insolvente e incapaz», solo le faltó acusarlo de la disolución de los Beatles y el muermazo del tiki-taka de Luis Enrique).
2.-Iniciativas de oposición chocarreras, en las que solo incurre un partido cuando está extremadamente nervioso (por ejemplo, la ocurrencia tontolaba de los socialistas madrileños de solicitar en redes sociales memes contra Ayuso).
3.-Desmarques crecientes de los barones respecto a Mi Persona, el hasta ahora intocable líder carismático.
Ximo Puig es un señor de 63 años, sin estudios universitarios, que trabajó un poquito de periodista y a los 24 años era diputado autonómico y ya nunca se bajó de la piragua. En 2015 perdió las elecciones (23 escaños frente a 31 del PP), pero armó «un Sánchez» con Podemos y los nacionalistas valencianos para okupar la presidencia autonómica sin haber ganado las elecciones. Y ahí sigue. Tras siete años en el poder, lo último que le apetece a Ximo es perderlo. Pero como viejo zorro que es ha olfateado que Sánchez empieza a oler a derrota. Así que sin cortarse un ápice, y con la sonrisa postiza marca de la casa, en una sola semana ha cambiado de idea: de poner a parir las rebajas fiscales de Ayuso y Moreno ha pasado a anunciar tan ufano que él mismo hará lo propio en Valencia. Con ese movimiento, muy poco leal con la Moncloa y con su divo, Ximo le ha roto la cintura a la cantinela del Gobierno de que aliviar un poquito el IRPF es una maldad ultrafacha, que debe ser castigada con la improvisación instantánea de un impuesto-rejón contra «los ricos».
El miedo es libre. Y Page, Lambán, Ximo y compañía, los barones que tragaron silentes todos los desafueros del sanchismo, temen ahora que Mi Persona los arrastre en su caída. Así que han empezado con los pellizcos, que a medida que se aproximen las autonómicas serán puñaladas claras en la túnica del césar.
Cuentan que Sánchez bramaba ante la que le ha liado Ximo con la traición del IRPF. Pero existen ya encuestas que devuelven Valencia al PP, y eso para Puig se llama temblor de piernas y sálvese quién pueda. Es casi imposible que el presidente de un país revalide triunfo electoral con una inflación de dos dígitos acongojando los hogares. Si de propina añadimos el descrédito personal por la catarata de trolas y el oprobio con ETA –el «que te vote Txapote» ya ha calado– lo que sale el retrato de un pato cojo. Y Ximo lo sabe.