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Cosas que pasanAlfonso Ussía

Irán a Irán

Ellas, aunque se sienten heridas por las muertes y la esclavitud de las mujeres iraníes, no se consideran con derechos suficientes para regañar de verdad a los ayatolás

Me enorgullezco de ellas. Son nuestras heroínas capicúas. Irán a Irán. Tengo sabido por mis chivatos ministeriales que Irene Montero ha reunido a su grupete de viajes para anunciar a Isa Serra, la señora Pam y la rubia energética, que irán a Irán a sumarse a las protestas por el asesinato de Masha Amini, y por la muerte, a consecuencia de haber recibido en su pecho, a muy corta distancia, ventiocho perdigonazos, de Jadis Najafi, símbolo de las protestas anti velo en Teherán. Se me antoja admirable que una mujer que ha compartido lujos y comodidades gracias al dinero iraní que recibió su marido, o lo que sea, o lo que fue, o lo que no será y si lo es no lo parece, se enfrente al régimen medieval de los ayatolás en defensa de la libertad y los derechos de las mujeres. No resulta sencillo condenar por su brutalidad a los que han contribuido de manera tan generosa, a la comodidad y la holgura económica de su pareja durante tantos años. Porque hay que reconocer, y en ese aspecto, elogiar a los ayatolás, que jamás fallaron o se retrasaron en sus pagos destinados a la cadena de televisión de Pablo Iglesias.

Reunidas en el salón de juntas del Ministerio de Igualdad, las cuatro viajeras con destino preferente a Nueva York, acordaron que irán a Irán. En aquella nación tan poderosa y abierta, las mujeres que no oculten sus rostros o lleven el velo sobre la cabeza sin el rigor reglamentado por los ayatolás, pueden ser apaleadas hasta la muerte en las comisarías de Policía, del mismo modo que los hombres que induzcan a sospechar, por sus movimientos o gestos que pierden aceite por el orificio ubicado en el ecuador de sus asentaderas, sin juicio previo, y con la sola prueba delictiva de una denuncia, son merecedores de ser colgados de las grúas con el fin de recordar a los iraníes que la homosexualidad tiene que ser castigada con la muerte pública y edificante. Y de igual modo, que toda mujer que sea acusada de infidelidad, por mucho que proteste por su situación, después de recibir los latigazos que estime conveniente el ayatolá de turno, carece del derecho a la protesta si es lapidada, es decir, asesinada a pedrada limpia, en castigo a su sexual travesura. Y claro, después de decenios sin decir ni «mu», sin abrir la boca, y sin desprenderse de las vendas que cubrían sus bellos ojos, Irene Montero ha decidido viajar a Irán con Isa Serra, la señora Pam y la rubia energética, con el único fin de chorrear a los ayatolás y situarse del lado del pueblo iraní que desea ser libre. Un deseo que han dejado de sentir y tener en los últimos días más de un centenar de iraníes, que han fallecido a manos de los millonarios representantes del siglo X, si bien Zapatero hizo milagros con su célebre y utilísima Alianza de Civilizaciones que con tanto empuje , sabiduría y eficacia presidió Federico Mayor Zaragoza.

Irán a Irán, pero no han concretado la fecha. Las cuatro tienen abrumadores problemas de agenda. Cuando «agenden» el viaje, cumplirán con su heroica decisión. Las cuatro están indignadas con las mujeres que se ponen mal los velos, y han aprobado un presupuesto para organizar talleres de colocación de velos. No se le pueden pedir peras al olmo. Ellas, aunque se sienten heridas por las muertes y la esclavitud de las mujeres iraníes, no se consideran con derechos suficientes para regañar de verdad a los ayatolás. Primero los talleres, y después, si hay fundamentos para ello, el regañito.

Pero si han dicho que van, van.
Irán a Irán.
La fecha, ya la dirán.
Chimpán.