El dinero público es de Sánchez
Debemos prepararnos para una invasión propagandística en 2023, año electoral. Sánchez optará a la Presidencia de la Internacional Socialista, relevante en otro tiempo y hoy bajo mínimos pero, de conseguirla, se le presentará en España como líder de los «socialdemócratas»
Una afirmación de Carmen Calvo (a quien profeso viejo afecto) tuvo cierta repercusión hace años: «El dinero público no es de nadie». Es justo lo contrario: el dinero público es de todos, de los ciudadanos; los gobiernos lo administran en beneficio de la ciudadanía. O así debería ser. Ahora, visto lo visto, podemos llegar a otra afirmación que los hechos confirman: el dinero público es de Sánchez.
Solo desde ese sentido de propiedad del presidente pueden entenderse algunas de sus decisiones. Por ejemplo, que se reserven 15.000 millones de euros para ayudas y otros engrases económicos durante el año electoral que le beneficiarán como candidato; que regale 130 millones de euros a una Fundación de Bill Gates a cambio de aparecer junto a él en una foto; que decida que ciertas productoras realicen y distribuyan una miniserie televisiva sobre su persona. Ni recorta gastos, ni suprime ministerios perfectamente prescindibles, ni disminuye altos cargos, ni reduce asesores precisamente porque entiende que el dinero es suyo.
La serie de la tele sobre Sánchez no me produce ni frío ni calor aunque vaya a distribuirse en año electoral, lo que supone una trampa, pero me duele que el presidente se ponga al nivel de Rociíto. No encuentro precedente político salvo Franco, ese hombre, documental de Sáenz de Heredia al que dedicó una tesis doctoral en la Sorbona la historiadora Nancy Berthier; acaso la serie de Sánchez inspire alguna tesis doctoral pero no creo. ¿Tesis doctoral? Lagarto, lagarto. Además en su serie aparece Sánchez viajando en tren y eso es noticia. Sobra comentar la generosa donación al opulento Gates, 130 millones son un buen pellizco, mientras los españoles se aprietan el cinturón con una de las peores perspectivas económicas de la UE según la OCDE y con la inflación rampante.
Sobre el dinero de Sánchez a la Fundación de Bill Gates no sé qué opinarán los podemitas, soliviantados con los ricos y tan cabreados cuando Amancio Ortega, casi un pobretón comparado con Gates, donó sus primeros 146 millones para ayudas en sanidad; a estas alturas ya ha destinado más de 400 millones a iniciativas sociales. Estos podemitas son muy suyos. Según Antiblanqueo Irán inyectó, entre 2012 y 2015, 9,3 millones de euros a la productora de Iglesias, y la feminista oficial, Irene Montero, tardó diez días en criticar, y con sordina, la persecución de los ayatolás a las mujeres con decenas de muertos. Qué agradecida es la ministra. Está contra el maltrato según dónde; ella debería empezar por no maltratar al idioma que hablan seiscientos millones de personas. Pero señalar a quien hace el ridículo, y más si se trata de una utilitaria falacia ideológica, conduce a la melancolía. No caeré en ella.
Debemos prepararnos para una invasión propagandística en 2023, año electoral. Sánchez optará a la presidencia de la Internacional Socialista, relevante en otro tiempo y hoy bajo mínimos pero, de conseguirla, se le presentará en España como líder de los «socialdemócratas» –él, cada vez más radical, se disfrazará de moderado universal–, que se unirá al semestre de España en la presidencia rotatoria del Consejo Europeo. Se mostrará a Sánchez como «presidente de Europa» para los no informados. España ya asumió esa presidencia dos veces con González, otra con Aznar y otra con Zapatero, –la célebre «conjunción planetaria» de la inefable Leire Pajín–, pero con Sánchez y en elecciones será un exceso. Se celebrará en veinticinco ciudades españolas para mayor visibilidad de Sánchez en tiempo electoral. Como asistirán líderes europeos los controles de seguridad serán más firmes y no le intranquilizarán los lejanos abucheos.
P.S.- Contundente victoria de la derecha en Italia. Allí no se tilda a Meloni de «extrema derecha» como hacen ministros y medios españoles. Casi al tiempo, en Suecia también ganó la derecha. La izquierda, desorientada, está en horas bajas. Se trata de rescatar una Europa de valores. Ursula von der Leyen se equivocó al amenazar a los italianos en la víspera electoral; sonó a chantaje. Menuda demócrata. Se ha achacado la victoria a la abstención pero fue menor que la francesa con Macron. Lo cierto es que parte de la izquierda se quedó en casa. Nuestros radicales deberían meditar el porqué.