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Aire libreIgnacio Sánchez Cámara

Otro fantasma recorre Europa

El comunismo ha muerto, pero el fascismo goza de la mejor salud. Italia se ha equivocado y su democracia está en peligro

Un nuevo fantasma recorre Europa. Es el fascismo. Hungría, Polonia, media España, ahora Italia. Recorre Europa y regresa a sus orígenes italianos. El comunismo ha muerto, pero el fascismo goza de la mejor salud. Italia se ha equivocado y su democracia está en peligro. España disfruta de Sánchez y la democracia rebosa salud.

El fascismo es una de las formas que ha revestido el totalitarismo en el siglo XX. No es peor que el nazismo y el comunismo, pero es rotundamente pernicioso. Por lo demás, se trata de una paradójica forma de socialismo de derechas. Mussolini procedía del socialismo, y creó una especie de socialismo con ingredientes nacionalistas y de derechas. En realidad, el totalitarismo es de izquierdas. La derecha es conservadora y liberal.

La triple coalición victoriosa en Italia no es fascista. Puede gustar más o menos (a mí, nada, pero no menos que el populismo de izquierdas), mas es la opción elegida por una mayoría de electores italianos, que tienen perfecto derecho a equivocarse y a disgustar a los poderosos progresistas de este mundo. Y su triunfo ha provocado una histeria antifascista, que creo que no se creen ni quienes la exhiben, que se manifiesta en expresiones como «Europa en vilo», «saltan las alarmas», «luces rojas» (eso sí, rojas lo son). No hay progresista que pueda conciliar el sueño. Pero, para él, es fascista todo el que no se somete a la dictadura frentepopulista. La teoría de las ideologías se simplifica al extremo: nosotros y los fascistas. Los fascistas, como el infierno, son los otros. Pero jamás se preocuparán por lo que hacen mal sus camaradas, los del puño cerrado y la cuenta corriente desbordante. Los que se equivocan son también siempre los otros.

El problema de Europa no es el fascismo. No veo camisas negras marchando sobre Roma ni camisas pardas inundando Berlín. Es más bien la infidelidad a sus raíces espirituales y sus tradiciones: la filosofía griega, el derecho romano, el cristianismo, la ciencia y la democracia liberal. El verdadero problema reside en los enemigos de la libertad y de la civilización que adoran el becerro de oro que les ofrece el falso Moisés laico con sus nuevas tablas progresistas de la ley. Esos que aspiran a dejar libres y sanos, a la fuerza siempre, los cuerpos y a someter las conciencias. Convierten al Estado en el supremo pedagogo que decide sobre el bien y el mal, la verdad y el error. Pero la verdad estatal es la mentira oficial. Pretenden que la sumisión nos hará libres, esclavos felices y empobrecidos, que sólo piensan lo que es obligatorio pensar. Esto sí que es totalitarismo.

Nietzsche genialmente lo anunció. En Así habló Zaratustra proclama: «Estado se llama al más frío de todos los monstruos fríos. Es frío incluso cuando miente; y ésta es la mentira que se desliza de su boca: 'Yo, el Estado, soy el pueblo'». Y algo más: «Pero el Estado miente en todas las lenguas del bien y del mal; y diga lo que diga, miente. Y posea lo que posea, lo ha robado».

Pero Nietzsche, como todos los grandes, no es de los suyos. Incluso los que podrían ser de los suyos los desmienten. John Rawls, uno de los más influyentes pensadores políticos del siglo XX, representante de la izquierda ilustrada y liberal de Estados Unidos, próxima al Partido Demócrata, incluso a su ala más izquierdista, clama contra ellos. Según él, el gobierno no tiene autoridad para declarar legítimas o ilegítimas doctrinas filosóficas y religiosas, ni tiene el derecho ni el deber de hacer, en materia de moral y religión, lo que él o una mayoría desee hacer. Su deber se limita a garantizar las condiciones de la libertad religiosa y moral. Rechaza así la idea de un Estado laico omnicompetente.

Otro fantasma recorre Europa, pero en realidad es el mismo.