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Pecados capitalesMayte Alcaraz

Perdónalos, María León

Está todavía en primero de titiritera pijoprogre. Pero si no has zurrado a un agente de la autoridad no pasas de curso

María León, notable actriz de Triana, hija y hermana de actores y nieta de guardia civil, responde al estereotipo de la mayoría de artistas españoles: anteponen sus resabios totalitarios a la libertad ajena, les sobra moralina que nadie les ha pedido y les falta humildad. Es imposible tener un Goya en tus vitrinas y no haber arremetido antes, durante y después, contra España, los partidos de derecha, la Monarquía y, para poner la guinda en el pastel, contra la Policía y la Guardia Civil. Su amigo y correligionario Javier Bardem es un poco más listo: defiende el planeta verde desde aviones privados que no se mueven por el aire, precisamente con la saliva de Greta, a la par que su mujer se embolsa soldadas vendiendo cruceros que embadurnan nuestros océanos de queroseno o chanel en vaporizador, anatema ecologista. Pero él no deja las mansiones de Malibú para ejercer de antisistema ni pegar a la autoridad. La estulticia tiene un límite, incluso para el actor de Huevos de Oro.

Sin embargo, María León está todavía en primero de titiritera pijoprogre. Y ahí tienes que ganarte los galones. Ya aprobó con nota primaria: dijo que Vox le producía vómitos, que a los políticos tradicionales (eufemismo de fachas) había que regalarles un consolador, que le ilusionaban los nuevos partidos (resumiendo, Podemos) y su hermano, Paco León, ya las ha tenido tiesas con tuiteros que les afean sus pulsiones liberticidas. Pero si no has zurrado a un agente de la autoridad no pasas de curso. Así que la magnífica actriz de La voz dormida se fue este fin de semana de farra para celebrar el fin de un rodaje y, siguiendo el magisterio de Isa Serra, se enfrentó a unos agentes locales de Sevilla que estaban haciendo su trabajo reduciendo a un sujeto montado en una bicicleta y con una copa en la mano.

Para evitar que la criaturita, que a las cinco de la mañana las esencias del licor le hacían creerse Indurain, pusiera en peligro a los viandantes, los agentes procedieron a hacerle una prueba de alcoholemia. Es cuando la buena de María (exultante por el fin de la peli y por rememorar la épica lucha contra los grises en versión agárrame el cubata que voy) empezó a increpar a los guardias. Su grupito decidió grabar la situación (para eso Podemos, su partido del alma, ha despenalizado estos comportamientos fascistas contra la autoridad) mientras les solicitaban la identificación que, como María no llevaba, le llevaron a ser introducida en el coche policial. El grupo rodeó el coche y abrió una puerta para que pudiera escapar la actriz, que parece ser que en su salida agredió a una agente. No se conoce el tenor de los insultos que dedicó el grupete a los municipales; la escuela de Isa Serra recomienda en estos casos llamarlos cocainómanos, hijos de puta… y si el policía es mujer el tan sororo «mala madre».

No está documentada la sarta de increpaciones que recibió la autoridad que cumplía con su deber. Lo que sí se sabe es que a la actriz de Heridas le dio un ataque de ansiedad cuando se vio detenida (nada comparable al jamacuco que le hubiera prodicido si las dos ruedas del irresponsable en bici le hubieran pasado por encima). Pero ha de dormir tranquila: acaba de pasar la reválida de titiritero pijoprogre y está ya en primer curso. Ese nuevo estatus le da derecho a: seguir tuiteando desde el sofá de su casa contra Feijóo, Santi Abascal y los casi nueve millones de españoles que les han votado y que a lo mejor no vuelven a ver ni una sola de sus pelis, a seguir vistiendo de alta costura en los Goya mientras sonríe a Pedro y a Iceta, a ser invitada a las fiestas ecologistas de Bardem y a disfrutar de subvenciones públicas mientras los polis a los que se enfrentó no tienen ni para uniformes. Perdónalos, María, que no saben lo que hacen.