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la educación en la encrucijadafelipe J. de Vicente Algueró

La ley Celaá, una ley 'woke'

La socialdemocracia clásica española de los años 80 tenía como eje fundamental de su proyecto educativo el acceso de todos a la educación y la igualdad de oportunidades

Platón, en su obra de madurez Las Leyes, recomienda que estas se hagan teniendo en cuenta a sus destinatarios y se busque la cooperación y el asentimiento de los ciudadanos. Es decir, la legislación no ha de provenir de un totalitarismo jurídico que pretenda imponer una ley emanada de un proyecto de ingeniería social, sin buscar el bien común.

Dudo que la ley Celaá (la LOMLOE) buscara en su proceso legislativo la verdadera mejora del sistema educativo, más bien se trata de la imposición de un proyecto ideológico que, en mi opinión, procede más bien de la izquierda woke, superando el viejo proyecto de la izquierda socialdemócrata.

La socialdemocracia clásica española de los años 80 tenía como eje fundamental de su proyecto educativo el acceso de todos a la educación y la igualdad de oportunidades. Por algo la primera ley orgánica socialista fue, precisamente, la del Derecho a la Educación (1985). El objetivo era conseguir la plena escolarización hasta los 16 años y una escuela pública de calidad.

Luego vino la Ley de Ordenación General del Sistema Educativo (LOGSE, 1990) que, para asegurar la escolarización hasta los 16 años, impuso la enseñanza obligatoria hasta esta edad. Para ello importó del Reino Unido la escuela comprensiva, un modelo de escuela igualitaria, rebajando su calidad. El Partido Popular reformó la LOGSE con la efímera Ley de Calidad (LOCE, 2002) que, sin modificar la estructura, introdujo una mayor exigencia académica (sobre todo para obtener el título de la ESO, introduciendo una vía alternativa: la Formación Profesional inicial). La vuelta al poder de los socialistas no supuso el retorno de la LOGSE. Los nuevos gobernantes derogaron la ley anterior, pero hicieron una nueva: la Ley Orgánica de Educación (LOE, 2006) en la que mantuvieron los criterios de exigencia introducidos en la ley de los populares. El acento seguía en la igualdad, pero los resultados no debían ser iguales (unos obtenían el título de ESO, otros el de la formación profesional inicial y otros ninguno). El Bachillerato se mantenía con un aceptable nivel de exigencia: el título requería aprobar todas las materias.

Pero en los años transcurrido desde la LOE, la izquierda ha modificado planteamientos. Sigue existiendo una izquierda ilustrada que mantiene el derecho a la educación de calidad como el fin de la política educativa. Considera como prioridad la transmisión de conocimientos. El profesorado no es un animador sociocultural. En este planteamiento la coincidencia con la derecha ilustrada es total.

Pero la corriente woke de la izquierda, nacida en las universidades norteamericanas, también ha llegado a la izquierda española y, sobre todo, a los lobbies pedagógicos que han pasado al ataque convirtiendo el sistema educativo en una excelente plataforma para aplicar las políticas woke. Una de las características de esta corriente es delimitar grupos sociales supuestamente marginados, dándoles una identidad y haciéndoles despertar (eso significa woke) reclamando unos derechos específicos. En el sistema educativo ya tenemos identificado el grupo: estos alumnos que no se adaptan a la disciplina de las aulas, acumulan retrasos, repiten curso… el llamado fracaso escolar. Esa sería una minoría social oprimida por el sistema educativo. Por supuesto, ellos no tienen ninguna responsabilidad, no hace falta que se esfuercen (como hacen otros). Son víctimas de un sistema que debe cambiarse.

El cambio viene mediante la superación del principio socialdemócrata de igualdad de oportunidades por el de igualdad de resultados añadiendo nuevos conceptos como equidad o inclusión. De la escuela comprensiva hemos pasado a la escuela inclusiva. Kamala Harris, vicepresidenta de los Estados Unidos y una de las representantes de la izquierda woke, lo decía en un tuit: el trato equitativo significa que todos terminamos en el mismo lugar.

De la igualdad de acceso a la educación hemos pasamos a la igualdad de resultados. Todos van a tener el título de ESO: los que sigan la etapa con normalidad, los que hagan una formación profesional básica (a quienes se les regala el título de ESO) y a los que tengan adaptaciones curriculares, eufemismo que esconde rebajas en los aprendizajes. Esto es la escuela inclusiva.

Otro postulado woke es la cultura de la cancelación. Las opiniones contrarias o críticas son despachadas sin contemplaciones. Ni tan siquiera tienen cabida en el debate. No se escuchan. Los críticos de la ley Celaá no son más que unos reaccionarios situados en el lado equivocado de la Historia. Hay que cancelar una enseñanza basada en conocimientos porque genera unas minorías escolares que no alcanzan el título. Para obtenerlo, mejor una enseñanza basada en destrezas y actitudes que permite evaluar positivamente a todos. El currículum LOMLOE pone el acento en las actitudes, algo subjetivo que introduce un adoctrinamiento en el sistema. Ninguna ley anterior había sido tan adoctrinadora como la LOMLOE, transmitiendo a los alumnos la visión woke de la sociedad.

Solo se puede superar el paradigma woke de la LOMLOE mediante un debate que deje de lado el eje derecha e izquierda y los temas paraeducativos (la religión, los conciertos) que contribuyen a desviar la atención. Izquierda y derecha ilustradas pueden unirse para conseguir una escuela verdaderamente ilustrada, humanista y en donde el centro sean los conocimientos.

  • Felipe J. de Vicente Algueró es vicepresidente de la Fundación Episteme