Rufián quiere quedarse en Madrid
La capital de España, como le ha ocurrido a la mayoría de los nacionalistas periféricos que llegan hasta la Cibeles, le ha seducido
Entiendo a Gabriel Rufián. Él no quiere irse de Madrid ni perder el foco del Congreso de los Diputados. Además, la capital de España, como le ha ocurrido a la mayoría de los nacionalistas periféricos que llegan hasta la Cibeles, le ha seducido. A Rufián le gusta Madrid y los madrileños. Ya se dio cuenta de que toda aquella épica negativa contra Madrid que le contaron en la Cataluña que adoptó a sus padres no era cierta. También ha comprobado que en Madrid nadie le insulta y que puede pasear por las calles de una de las ciudades más seguras del mundo. Y eso que sabe que el Gobierno que ocupa Sánchez va a destinar el doble de dinero a Cataluña que a Madrid. Por eso conoce de primera mano que lo de los privilegios de los madrileños es también uno de los tantos cantares de gesta que el independentismo se inventó en su bucle de amargura que no los lleva a puerto alguno. Estos años en Madrid le enseñaron a Rufián que las ciudades son mucho más que sus calles, sus edificios o sus infraestructuras; las ciudades poseen alma, la que le otorgan sus habitantes. Ellas son contenedores de culturas, estilos, ambientes… El Madrid de hoy es un pozo de libertad que atrae a ciudadanos de todo el mundo; la metrópoli hispana, una condición que ha alcanzado en gran medida por las torpezas de todos aquellos políticos que han querido denigrar y negar esta ciudad. Rufián no es el primer político al que le aqueja la tristeza el día que tiene que dejar Madrid. En la historia ya hubo otros que le dijeron adiós con un nudo en la garganta.