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Agua de timónCarmen Martínez Castro

El fracaso del feminismo

Hace años que el feminismo fue secuestrado por la izquierda para ser utilizado como un mero instrumento de polarización y de exclusión

Que la Fiscalía ejerza como brazo armado de la ideología woke del progresismo patrio no convierte en admisible el episodio protagonizado por los estudiantes de los colegios mayores de Madrid. Son dos cosas distintas y ambas igualmente reprobables. Hace ya mucho tiempo que hemos comprobado que la Fiscalía solo ve delitos de odio por su ojo derecho y nunca por el izquierdo. Los jóvenes de S’ha acabat son víctimas de todo tipo de agresiones en las universidades de Cataluña sin que la Fiscalía haya dejado de sestear para protegerles. También las exageraciones de la ministra Irene Montero calificando el episodio de terror sexual han sido patéticas e hipócritas si tenemos en cuenta que vienen de una señora que no movió una pestaña cuando su pareja alardeó de que azotaría a una periodista hasta que sangrara.

Toda la ceremonia de histeria mediática y rasgamiento de vestiduras que se ha organizado en torno al episodio de los universitarios madrileños se debe denunciar, pero no hasta el punto de justificar lo inadmisible de la conducta de los jóvenes; no hasta el punto de criticar a quien muestra su repulsa por esa inaceptable manera de entender la diversión. Tampoco hasta el punto de nublar la reflexión sobre el tratamiento cada vez más degradante que recibe la mujer en una parte importante de nuestros jóvenes y de su cultura.

Dudo que hace 20 años los jóvenes de un colegio mayor llamaran «putas ninfómanas» a sus vecinas como forma de divertirse. Y dudo que las aludidas hubieran aceptado semejante tratamiento con la naturalidad con que lo han hecho las chicas de Santa Mónica. En algo nos hemos equivocado para que tantos años de lucha feminista desemboquen en una generación de chicos que se entretiene llamando conejas o zorras a las chicas mientras estas se ríen.

Hace años que el feminismo, como muchas otras causas justas, fue secuestrado por la izquierda para ser utilizado como un mero instrumento de polarización y de exclusión. No interesaba tanto el avance de la sociedad en la igualdad como la posibilidad de acusar a la derecha de retrógrada y machista. Esa apropiación indigna del feminismo por parte de la izquierda radical se evidenció de modo palpable cuando unas diputadas de Ciudadanos fueron expulsadas a empellones y escupitajos de una manifestación del 8-M. Buscando siempre la polarización, fueron señalando objetivos cada vez más radicales hasta que han acabado en esa la ley Trans, que esta semana ha llegado al Congreso y que es la pura negación del feminismo.

Es lo que tiene la demagogia; señala los problemas no para buscarles solución sino para generar tensión. Al final, los problemas siguen o se agravan porque la sociedad está tan polarizada que ya es imposible encontrar soluciones de consenso. Así algunos jóvenes no entienden lo denigrante de ciertas bromas machistas, mientras hay quienes parecen dispuestos a disculparles sólo por llevarle la contraria a la Fiscalía y a Irene Montero.