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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

El sanchismo mendigando ante ERC

El pecado original que arruina la presidencia de Sánchez es que llegó a la Moncloa aliado con los peores enemigos del país, y en eso sigue

Actualizada 10:13

Descontando las caretas políticas de ETA, no existe partido más tenazmente contrario a España que ERC, que por dos veces ha declarado el Estado catalán. Lo hizo el 6 de octubre de 1934 durante diez horas, con Companys, y repitió el desafío 83 años después, en octubre de 2017, con Junqueras. En ambos casos el papel del PSOE fue lamentable. En los años treinta directamente ofrecieron apoyo en las barricadas al desafío de ERC, aunque el general Batet estuvo en su sitió y repuso la legalidad de un plumazo. En ese mismo año 34, el PSOE, que ahora impone por ley una versión obligatoria e idílica de la II República, intentó cepillársela con una huelga revolucionaria que alcanzó su clímax en Asturias.

Ante la declaración de la República Catalana de 2017, el PSOE arrastró los pies cuando estaba cociéndose ya a ojos vista. Se resistió al 155, que finalmente aceptó tras el aldabonazo del discurso del Rey. Pero en seguida asomó de nuevo un alma felona con los intereses de España. En junio de 2018, cuando todavía no se había cumplido el primer aniversario del golpe de Junqueras y Puigdemont, Sánchez cerró un pacto entre tinieblas con ERC, que le permitió okupar el poder sin haber ganado las elecciones. El pago a ese apoyo fueron los indultos a los cabecillas golpistas, contra el criterio del Supremo y la opinión de la mayoría de la sociedad española. Amén de un dineral para Cataluña en detrimento de otras regiones. Esa alianza antinatura sigue gobernando España (sin ella, por ejemplo, no habrá Presupuestos). De hecho la situación ha empeorado en términos morales, porque Sánchez ha sumado al partido de ETA a la ecuación.

El pecado original que invalida el sanchismo, y nunca debemos dejar de recordarlo, es que estamos ante un tipo que para alcanzar la presidencia de España ha recurrido a los peores enemigos de la propia España, mientras hace ascos irritados a los partidos constitucionalistas (e incluso insulta a los policías que lucharon contra el el golpe despreciándolos en sede parlamentaria como «los piolines»).

Sánchez sabe que ya nunca obtendrá una victoria electoral clara, cómoda. De hecho lo probable es que pierda las elecciones con soltura. Así que fía su supervivencia a reeditar su alianza con ERC, Bildu y los nacionalistas vascos, una base que resta legitimidad a su presidencia de España. Por eso ante la espantada de Junts en el Gobierno catalán, los socialistas de Illa se ofrecen raudos y genuflexos a arreglarle el entuerto a ERC, incluso a cambio de nada concreto en Cataluña. No así en Madrid, que es donde se sustancia el intercambio de favores: yo te sostengo en Barcelona y tú me sigues manteniendo en la Moncloa.

Si hay Frankenstein 2, la nueva factura será algún tipo de consulta a la canadiense. De ahí la premura de Sánchez y Bolaños por asaltar el TC para hacerla factible y poder pagar un nuevo apoyo de ERC (este lunes dimitirá Lesmes, como había adelantado El Debate). Así que el problema de España en toda esta historia no son las iluminaciones de Puigdemont y Borrás, o los sucesivos circos políticos de Cataluña. El auténtico problema y talón de Aquiles es el PSOE, que desde Zapatero viene vendiendo a España a cambio de un plato de lentejas partidarias.

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