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Cosas que pasanAlfonso Ussía

Gasolina

Pedro Sánchez llegó tarde al desfile militar por un par de contingencias que precisaron de la pérdida de varios minutos. Y he tenido la fortuna de conocer los verídicos hechos. Soy amigo de un amigo íntimo del chófer de Sánchez, y me ha relatado y pormenorizado las causas de su injustificable retraso

En ocasiones, las cosas no son lo que parecen. Se habla y se escribe en exceso del retraso calculado de Pedro Sánchez para llegar al escenario del desfile militar del Día de la Hispanidad con el fin de evitar los pitos, los abucheos y los adjetivos que su persona merecen. A Sánchez la calle le abruma. Y llegó algo más de un minuto más tarde que los Reyes, lo cual, puede ser interpretado como una grosería, además de una cobardía y una imperdonable patada al protocolo. Pero no fue así. Sánchez no quiso escudarse en el Rey para evitar la bronca del público. Sánchez llegó tarde por un par de contingencias que precisaron de la pérdida de varios minutos para solucionarlas. Y he tenido la fortuna de conocer los verídicos hechos. Soy amigo de un amigo íntimo del chófer del Audi de Sánchez, y me ha relatado y pormenorizado las causas de su injustificable retraso.

Supongamos, que es mucho suponer, que el chófer de Sánchez se llama Práxedes. Tuve una tía abuela cuyo chófer se llamaba Práxedes, el cual, además de conducir muy bien era un modelo de previsión. Este Práxedes conduce bien, pero entre sus virtudes no destaca la previsión. Así que se acercaban al Paseo de la Castellana, y Sánchez se sintió obligado a informar a Práxedes de sus angustias intestinales.

–Práxedes, creo que tengo un apretón.

A todos nos puede suceder. Sánchez, que había desayunado sin fotógrafos con Begoña, que para colmo declinó acompañarlo, se zampó un par de huevos fritos con jamón. Si uno de los dos huevos fritos no se halla en perfecto estado de degustación, es muy probable que produzca en los sectores intestinales algún inconveniente. También, sin necesidad de desayunar huevos fritos, esos inconvenientes pueden surgir inesperadamente como consecuencia de un agobio de carácter inminente.

La Reina de Las Islas Molucas, Makobamba II, cuando se ve obligada a asistir a un acto público mayoritario, sabedora de la escasa simpatía que despierta entre sus ciudadanos, lleva adosado al traspuntín o tafanario un orinal de porcelana de Werstertaffen por si la colerilla del desasosiego le conduce a una deposición irrefrenable. Y ello es posible porque viste con holgura y margen suficiente para que no se le note el transporte cular del recipiente mencionado con anterioridad. Pero Sánchez, con esos pantalones ajustados hasta convertirse en pitillos tobilleros, no puede moverse, como la Reina Makobamba II, con un orinal acoplado con correas a sus gráciles nalgas. De ahí su inesperada información a Práxedes.

–Práxedes, creo que tengo un apretón.

Y Práxedes recibió la noticia con alegría, porque se le había olvidado en la Moncloa comprobar el estado del depósito de la gasolina y estaba en reserva.

–No se preocupe, señor presidente. Conozco una gasolinera de total confianza en el camino. Así, mientras Su Excelencia se alivia, yo lleno el depósito. Pero procure mostrarse con celeridad, porque los Reyes tienen que estar a punto de llegar.

Y eso fue lo que sucedió y lo que retrasó su llegada, obligando a los Reyes a permanecer en el interior de su coche para evitar que Sánchez quedara como un impresentable ineducado. Sánchez no intentó con su retraso cometer una grosería con los Reyes y evitar la bronca del público. Le pasó lo que le pasó, y menos mal, pues de no sucederle el inconveniente, el Audi se habría detenido por la imprevisión de Práxedes con la gasolina.

Es decir, que asunto aclarado.