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Perro come perroAntonio R. Naranjo

El fin de Podemos

El partido murió cuando se compraron una mansión en Galapagar, y lo han rematado con un viaje ofensivo de excursión gratis a Estados Unidos

De todas las cosas ofensivas, cínicas, falsarias y desvergonzadas que hace la élite de Podemos, una recua de vividores que han privatizado un partido para vivir del cuento y tienen ya como único objetivo su supervivencia estrictamente personal, quizá la peor haya sido el viajecito lúdico de Irene Montero, Isa Serra y otras dos enchufadas a los Estados Unidos, del que El Debate ha dado precisa información.

Ya hay que tener el hocico de un oso hormiguero para cargarle al erario la factura de una excursión innecesaria, justificada con una coartada feminista infame, en la que necesitaron hasta de un traductor por carencias con el idioma, tras media vida estudiando con becas, que cualquier chaval de Secundaria no tiene.

Pero el exceso definitivo es la utilización del Falcon, que es la unidad métrica oficiosa de todos los excesos del sanchismo, para disfrutar de los lujos que al parecer un vuelo ordinario no tiene para las cuatro princesas del guisante.

Cuando se subieron a la aeronave, desgastada por Pedrito desde aquel vuelo iniciático con su esposa para ir a un concierto en Castellón, la guerra de Rusia ya atenazaba a Europa, la luz batía su récord histórico, la inflación rozaba los dos dígitos y la inmensa mayoría de las familias españolas debatían en casa si ese verano ponían el aire acondicionado o se marchaban unos días al pueblo, que para todo no daba.

Ese es el contexto en el que una ministra sin trabajo previo conocido alguno, una condenada por agredir a policías y dos amigas enchufadas en el Ministerio fletaron un avión del Estado, con todos los costes que comportaba, para no tener que hacer cola en Barajas ni rozarse con la plebe.

Cuando Iglesias y Montero se compraron una mansión en Galapagar, adquirieron una tumba política en Madrid de la que no han salido ni saldrán, como demuestra el desprecio diario de Yolanda Díaz a las siglas que la encumbraron: todo el mundo entendió la tomadura de pelo que suponía alcanzar el poder con la promesa de asaltar los cielos para luego invertir el botín en ocupar la Sierra y ponerse una piscina.

La falta de rectificación a ese despliegue de hipocresía, presente en ese viaje hortera con todos los gastos pagados, es un reconocimiento del fin de Podemos, pero también una confesión de cómo será su epílogo en el decadente convento: aprovecharán hasta el último segundo para colocar al apuntador, subirse los sueldos, cargar gastos de representación y darse la vida que jamás hubieran tenido con su esfuerzo, su talento y su trabajo.

Sus nombres acabarán sepultados en el olvido, pero conviene recordar sus caras: cuando en unos años los vean en el digno puesto de cajera de un supermercado, no sientan lástima. Les han estado engañando y no hay purgatorio suficiente para abonar la penitencia.