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GaleanaEdurne Uriarte

Neosocialismo

El neoliberalismo que aboga por una reducción radical del Estado es una corriente muy minoritaria, mientras que el neosocialismo se ha hecho con el liderazgo de la izquierda

Neoliberalismo es una de esas palabras que prueban la habilidad de la izquierda para conferir connotaciones negativas a conceptos vinculados a la derecha. Cierto que al neoliberalismo le ha pasado un poco como a la palabra fascismo, que, de tanto mal usarla, comienza a causar cierta hilaridad, sobre todo cada vez que la pronuncia Pedro Sánchez. Pero no por ello ha renunciado la izquierda a su uso, ahora, en el debate de los Presupuestos Generales, en el que PSOE y Unidas Podemos intentan convencer a los españoles de que existe una receta progresista y otra que llaman neoliberal para gestionar el Estado. Y que la segunda consiste en desmantelar el estado del bienestar, dejar a los ciudadanos en el total desamparo y favorecer a los ricos y poderosos.

La verdad es que las grandes corrientes de la derecha, liberalismo, conservadurismo y democracia cristiana han cambiado muy poco en sus valores fundamentales desde la creación en Europa del estado del bienestar en la que tanto tuvieron que ver. Y que el neoliberalismo que aboga por una reducción radical del Estado es una corriente muy minoritaria, mientras que el neosocialismo se ha hecho con el liderazgo de la izquierda.

El neosocialismo tiene dos rasgos principales, bien encarnados por Pedro Sánchez. El primero, la confusión del estado del bienestar y de lo público con la propaganda y los intereses partidistas, lo que explica, por ejemplo, que la oficina del presidente casi triplique su presupuesto, o que pretenda gastar en 2023 más de 19 millones de euros en altos cargos y asesores, mientras que el último presupuesto de Rajoy en esa materia era de 7 millones de euros. Es lo que Sánchez llama la receta progresista, o la multiplicación de los gastos de su propia oficina. El famoso chocolate del loro en el conjunto de los Presupuestos, pero muy representativo de una concepción del Estado propia del neosocialismo.

El segundo rasgo cuesta mucho más que el chocolate del loro, no solo en términos económicos, sino, sobre todo, democráticos. Y es esa deriva identitaria de la izquierda en las últimas décadas. Respecto al socialismo tradicional, el neosocialismo ha sumado la identidad a la clase social, sin importarle demasiado el fundamento democrático y liberal de cada reclamación de identidad. Y lo mismo apoya un símbolo discriminatorio como el hiyab, por aquello de la identidad, como negocia lo que sea con Esquerra Republicana, por el mero hecho de que son independentistas, por muy iliberales que sean.

Aragonés aseguró la semana pasada que Sánchez les ofreció pasividad ante el incumplimiento de la sentencia del 25 por ciento, y los hechos corroboran su afirmación. Ahora, ERC reclama la reforma del delito de sedición para ampliar la impunidad de todos los implicados en los delitos de 2017, mientras apoya a un salafista radical cuya expulsión ha decretado la Audiencia Nacional. Y la experiencia indica que Sánchez cederá a sus pretensiones, y no solo por su necesidad de aprobar los Presupuestos, sino también porque encajan perfectamente con los valores identitarios del neosocialismo, que manda en España, mientras que el neoliberalismo de la reducción radical del Estado es una minoritaria corriente intelectual.