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HorizonteRamón Pérez-Maura

El racismo de la izquierda

Como dice un sabio amigo mío, las primarias siempre dan un mal resultado desde que se celebraron las primeras. ¿Las recuerdan? Jesucristo o Barrabás. Ganó Barrabás. En el Partido Conservador han generado a Boris Johnson y Lizz Truss. Dos desastres

La semana pasada, al hilo de la dimisión de la primer ministro Lizz Truss, escribí una columna titulada Una sociedad muy enferma. Mantengo mis afirmaciones sobre el disparate de gestión que ha provocado la brevedad de la jefatura de Gobierno de Truss. Pero la forma con la que los tories han resuelto la crisis creo que indica que ha renacido el Partido Conservador clásico.

Lo primero que han hecho es quitarse de encima el sistema de primarias. Como dice un sabio amigo mío, las primarias siempre dan un mal resultado desde que se celebraron las primeras. ¿Las recuerdan? Jesucristo o Barrabás. Ganó Barrabás. En el Partido Conservador han generado a Boris Johnson y Lizz Truss. Dos desastres.

Cuando ahora vemos cómo el Partido Conservador ha escogido al primer primer ministro de origen asiático a algunos se les pueden caer los palos del sombrajo al descubrir que el partido integrador de la inmigración es el Partido Conservador mientras que el partido racista y machista es el Partido Laborista, el partido hermano del PSOE de Pedro Sánchez.

Lo que sigue no es una opinión del arriba firmante, son hechos incontestables de los que Sánchez no sabrá nada. El primer jefe de Gobierno judío en toda Europa fue un miembro del Partido Conservador inglés: Benjamín Disraeli. No parece que esto animara a los laboristas, porque ellos nunca han tenido un primer ministro judío. Y miembros tienen y han tenido que abrazan esa fe. Y los liberales, que precedieron a los laboristas como alternativa del Partido Conservador –y que eran la oposición a Disraeli–, tampoco tuvieron un judío en ese puesto.

No hará falta recordar que la primera jefa de Gobierno de Europa fue la señora Thatcher, miembro del Partido Conservador igual que Theresa May y Lizz Truss, que finalmente abandonó el cargo el 25 de octubre. En el conservatismo británico no hay cuotas para las mujeres. Y vaya si les va bien. Ni laboristas ni liberales tuvieron nunca una primer ministro. En el Gobierno de Truss, los principales cargos estaban ocupados por hombres de color, como el fallido canciller del Exchequer, Kwasi Kwarteng, o por hombres de raíces árabes como Nadim Zahawi, canciller del Ducado de Lancaster. Y ahora resulta que el primer ocupante del 10 de Downing Street de origen asiático es también conservador. No parece que pueda sorprender a nadie.

Y habrá que reconocer que Rishi Sunak ha llegado a este puesto porque su familia emigró al Reino Unido con el afán de integrarse, no de permanecer en un gueto. Fueron inmigrantes (jamás «migrantes») que querían ver lo que ellos podían hacer por el Reino Unido y no lo que el Reino Unido les podía dar a ellos por llegar allí. Mandaron a Rishi al Winchester, para muchos el mejor colegio inglés desde el siglo XIV. Y con gran esfuerzo económico sus padres mandaron a Rishi a Oxford y a Stanford de donde no han salido más que 85 premios Nobel. Baratijas que han hecho de él el primer ministro más joven de los últimos 100 años y una de las grandes fortunas del Reino Unido.

Con la envidia que se tiene en España a los ricos, esto sería imposible. Pero en la cultura anglosajona se admira al que consigue ganar dinero limpiamente. Y Sunak es uno de ellos y quiere una inmigración estrictamente controlada. Pedro Sánchez no se entera de nada. Tiene mucho que aprender de los conservadores británicos. Pero como no se entera, se los sigue echando en cara a Feijóo. Está más perdido que un pulpo en un garaje.