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Pecados capitalesMayte Alcaraz

Las cuentas de un cuentista

Quizá el tren de Lenin, con Monedero a bordo, esté a punto de llegar a su última estación: la Audiencia Nacional. Allí todavía hay jueces que Sánchez no ha domesticado ni le deben la toga

El pope de Podemos, Juan Carlos Monedero, acude siempre a las citas (con la historia, ellos no se mueven por menos) con un librillo amarillento, con las hojas sobadas por el dedo lacerante de la justicia social resumida en el pensamiento de Mao. El profe complutense sigue a pie juntillas una receta del libro rojo: «No existen caminos rectos en el mundo; debemos estar preparados para seguir un camino sinuoso y no tratar de conseguir las cosas a bajo precio». Monedero es un maestro en tomar esos caminos secundarios, no los que la DGT advierte en los luminosos de la carretera que son los más peligrosos, sino los que te llevan a no pagar a Hacienda, dejando desasistidas así la sanidad y la educación, esa Ítaca de los fariseos populistas.

El cofundador de Podemos, al que le pilló Montoro con una sociedad instrumental para birlar pasta al contribuyente (siempre están los ricos para pagar la fiesta, en palabras de Chiqui Montero), está ahora enojado porque el juez García-Castellón le ha pillado con el carrito del dinero de Chaves, 425.000 eurazos, que le pagó por hacer unos folios sobre no sé qué moneda. Entre los paganini no faltaba un solo crisol democrático: Cuba, Venezuela, Nicaragua, Bolivia y Ecuador. Hasta el momento, Monedero ha contado con una defensora de excepción, la Fiscalía (quién si no), pero en la Audiencia Nacional no se tragan las trolas del profe podemita y han desestimado su escrito de defensa apuntando a posibles conexiones con la financiación del juguetito mediático de Pablo Iglesias, La Tuerka, que todo el mundo sabe que no se alimentó del aire. No olvidemos que Monedero ha comparado esa tertulia televisiva con el tren de Lenin, al que Alemania financió su viaje de regreso desde el exilio a Rusia en 1917. Y el chacachá del tren igual trae dinero de sátrapas latinoamericanos para La Tuerka que 700.000 euros de los ayatolas iraníes (con la ley trans más avanzada del planeta, como todo el mundo sabe) para Fort Apache, el otro convoy televisivo que los condujo al cielo: un cielo que para uno estaba radicado en Galapagar, para otro en el fraude fiscal, para alguno en el impago de la Seguridad Social de un cuidador y para el ya expodemita Errejón, en el cobro por la cara de una beca. Está claro que el cielo, para estas criaturitas, es un arcoíris de luz y color.

La indecencia de Monedero ha chocado con un juez que no cree que del rancio ideal doctrinario de Podemos mane dinero puro y cristalino, sino aguas estancadas de fuerte hedor a narco y dictadura. Sobre todo, al comprobar que el profe de las tinieblas complutenses o, en su defecto, Podemos, tenía 93 cuentas, sociedades pantalla, documentación aparentemente falsa y todos los apechusques propios del capitalismo feroz que se transforma en utopía revolucionaria cuando lo ejerce la secta podemita.

Las formas de explotación que describía Marx, el clavo ardiendo al que todavía se agarra Monedero y los que son como él, igual tienen más que ver con el blanqueamiento de dinero para financiar ilegalmente un partido comunista o con hurtarle el pago a autónomos a un asistente personal, como hizo Echenique, que con un empresario actual al que estos seguidores de Rosa Luxemburgo esquilman con impuestos y cotizaciones. Pero esa es una clase de economía contemporánea que un docente de letras como Monedero no entiende. Él es más de atajos contables, como Mao manda. Quizá el tren de Lenin, con Monedero a bordo, esté a punto de llegar a su última estación: la Audiencia Nacional. Allí todavía hay jueces que Sánchez no ha domesticado ni le deben la toga.