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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

Haciendo el gañán

En poco más de diez años hemos incorporado la fiesta estadounidense de Halloween, en la que no se nos ha perdido nada

El sábado pasado salíamos de tomar una caña en el jolgorio castizo de la calle Ponzano –pobres vecinos– y ya de vuelta a casa pasamos por delante de una de esas peluquerías masculinas de culto hípster (cuando ya han desaparecido los propios hípster). Me fijé en el escaparate de la barbería. Una pizarra políticamente correcta presentaba la siguiente proclama: «Nuestro compromiso es hacer todo lo posible para luchar contra el cambio climático y preservar el planeta para las generaciones venideras». Al leerlo, me quedé pensando un segundo: «A este barbero se le ha ido la pinza. Digo yo que su compromiso tendrá que ser con cortar bien el pelo, no con hacer el Greta…».

La contaminación del planeta es un problema serio y hay que actuar. Como hay que tomar medidas contra las guerras, la falta de educación, el vandalismo, los abusos increíbles de los monopolios digitales, las epidemias de personas sin hogar tiradas en la calle con unos cartones… Pero el asunto del cambio climático ha derivado en una suerte de seudo religión laica e hiperbólica, una corriente de pensamiento a la que queda bien sumarse. Por eso empresas e individuos que nada tienen que ver con el asunto meten la coletilla verde para envolverse en el barniz de la corrección política. Es el mismo mecanismo mental que lleva a personas heterosexuales a portar simbología LGTBI, cuando es una opción que personalmente no les agradaría tener que practicar.

Nunca debe subestimarse la capacidad del ser humano para hacer el palurdo sumándose con papanatismo sumiso a tendencias de moda. Una de las apoteosis del ridículo de cada año es la progresiva incorporación del Halloween estadounidense al calendario español de fiestas. Propongo desde aquí que cada chaval o adulto que sea sorprendido diciendo «truco o trato» sea desterrado inmediatamente a Connecticut.

Tenemos fallas, sanfermines, tambores de Calanda, tomatinas, carnavales, desembarcos de vikingos, fiestas del pulpo, el queso y el percebe, ferias de abril, fiestas del Pilar, semanas grandes a tutiplén, San Isidro, batallas de flores y batallas navales… ¿Qué necesidad teníamos de hacer el paleto incorporando una fiesta tontolaba y ajena a nuestra tradición como es Halloween? Pero ahí estamos. De diez años para acá, cada vez hay más españoles sumándose a las calaveras y las calabazas, una celebración que nació en Estados Unidos a finales del XIX de la mano de emigrantes irlandeses y escoceses. Por el contrario, cada vez hay menos españoles cumpliendo con la hermosa tradición católica del Día de Todos los Santos, donde recordamos a nuestros muertos y celebramos que ya están disfrutando de la vida eterna en la gloria de Dios.

Preferimos un traje cutrangas de esqueleto del bazar chino y una noche de bolingón y carnaval guiri a venerar y conservar lo nuestro. Y es que el formidable legado judeocristiano, la tradición española, la fiesta de los toros, las procesiones de Semana Santa y la verdadera historia de España son un rollo facha. Lo correcto son el Halloween, las carrozas de Chueca, el antediluviano comunismo y «sola y borracha quiero llegar a casa». Qué manera de hacer el gañán.