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Un mundo felizJaume Vives

¡Cuantos más vivan, mejor!

El amor es expansivo, y es natural que así sea, aunque solo reciban premios quienes adquieren el compromiso de no tener más hijos por el bien del planeta

Qué bonitas son las bodas cuando quienes se casan saben que lo que ese día celebran es para siempre, también en la pobreza o la enfermedad, también cuando el otro se convierte en la cruz que hay que abrazar para llegar al Cielo.

Qué bonitas son las bodas cuando los novios sinceramente ponen a Dios por testigo, fundamento y pilar de su relación. Qué bonita es una boda cuando lo que más importa a los novios no es que sea bonita.

Pero aunque pueda parecer lo contrario, hoy no vengo a hablar de bodas, aunque sí de algo que dijo el sacerdote en la boda de un amigo.

Venía al caso, por un tema que ahora no viene al caso, hacer mención explícita del tema provida, y el sacerdote, ni corto ni perezoso dijo: «Ser provida no es solo estar contra el aborto o la eutanasia. Ser provida es decir que cuantos más vivan, mejor. Que aquí no sobra nadie».

Y me encantó porque ese ha sido siempre el primer y último fin del matrimonio católico: hacer crecer la familia de Dios. Ya tuvo críticas san Agustín en su tiempo cuando lo defendió.

Y sigue causando escándalo en nuestros días, cuando parece que cuantos menos seamos, mejor, que aquí, si no sobra todo el mundo, casi, y que hay que empezar a dejar espacio a la madre tierra, que todavía no sé de quién es madre, para que pueda vivir tranquilamente.

Frente a malthusianos con nombres diversos y agoreros que tienen por enemigo al hombre y a su Padre, la mejor respuesta es la de este sacerdote: «Cuantos más vivan, mejor. Aquí no sobra nadie». El amor es expansivo, y es natural que así sea, aunque solo reciban premios quienes adquieren el compromiso de no tener más hijos por el bien del planeta.