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Perro come perroAntonio R. Naranjo

Salvemos a Puigdemont

Sánchez usa al abogado del criminal Rodrigo Lanza para ablandar al niño de Waterloo: nadie puede ya mejorar este sainete

Nadie ha desmentido que el diputado de En Común Podemos Marearnos Jaume Asens, conocido también como el niño de Colau en los ambientes, haya sido el enlace formal entre el PSOE y Puigdemont para intentar apañar su retorno a España libre de cargos y pleno de honores.

No lo ha hecho Asens, viajero habitual a ese pequeño Disneyland de la Republiqueta que Carlitos ocupa en Waterloo desde su valiente fuga en el maletero de un coche, para satisfacción de los restaurantes caros de la zona, lo que en sí mismo ya es una confirmación oficial.

Tampoco lo ha desmentido el Gobierno, a quien la revelación teóricamente pone en un aprieto: no puedes ir presumiendo de tu vocación constitucional, como gran argumento para renovar el Poder Judicial, y descubrirse a continuación que estás intentando apañar la impunidad del mayor agresor de la Constitución.

Un político normal, que es rara avis pero existe, desmentiría en medio segundo la especie de no ser cierta y demostraría, con sus decisiones, palabras y hechos, que no solo no ha enviado al tal Asens a Bélgica a liberar en su nombre a Puigdemont, sino que va a aprovechar la presidencia rotatoria de la Unión Europea para, además de hacerse muchos selfis y practicar el inglés para cuando vuelva a Senegal o a Kenia, conseguir la extradición del golpista burgués en cuestión.

Si Sánchez calla, otorga, lo que coloca el caso en su contexto real: tenemos a un presidente que con una mano quiere asaltar el Poder Judicial y con la otra utilizarlo a continuación para liberar a todos los enemigos de España y, si le da la vida, maniatar a quienes se resistan a aceptarlo.

La elección de Asens para tan elevada misión diplomática es perfecta: él fue el abogado defensor de Rodrigo Lanza, el conocido «activista» que mató a patadas a Víctor Laínez en Zaragoza por llevar unos tirantes rojigualdas, lo que le da una experiencia en trabajos sucios difícil de igualar por nadie, quizá con la excepción del también jurista Gonzalo Boye y de algún representante de Jueces para la Demagogia.

Así que, recapitulando, tenemos a un presidente que utiliza sus poderes para auxiliar a los delincuentes y nombra embajador oficioso en la vergüenza a un subordinado de Ada Colau, la legendaria alcaldesa que inició su carrera de okupa y la va a terminar convirtiendo a Barcelona en Soweto.

Lo curioso del episodio no es que la gentuza se junte con la gentuza para ayudar a la gentuza, sino con esa secuencia de bochornos concatenados aún haya alguien que regañe a la oposición por no avenirse a un pacto por el Poder Judicial y lo haga, además, apelando a la Constitución.

Una cosa es que tengamos por presidente a Jack el Destripador, y otra bien distinta que le ayudemos a ser decano de Medicina y le ofrezcamos nuestros cuerpos para que practique desmembramientos y autopsias. Qué Gobierno no tendremos para que, en esta historia, el más decente de todos parezca Puigdemont.