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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

Confieso humillado que vivía en el error

Gobernar con separatistas antiespañoles, flagelar con impuestos a las empresas y dividir a los ciudadanos con una guerra de hace ochenta años es algo buenísimo

En los regímenes comunistas era un clásico que los purgados hiciesen una declaración pública, en la que confesaban su imperdonable desviacionismo respecto a la doctrina obligatoria del partido único.

Siguiendo el ejemplo de aquellos admirables sistemas cerrados, me rindo ante el magisterio de la única ideología admisible: el «Pensamiento Sánchez». Con evidente vergüenza, confieso que hasta ahora vivía en el error. Estaba empecinado en ver como hechos positivos la seguridad jurídica, la unidad de España, el orden constitucional, el tesoro de la lengua y la cultura españolas, la tradición católica de nuestro país y el valor de sus enseñanzas, la libertad de empresa, el respeto a la palabra dada, la existencia del sexo biológico y el principio de que todos los españoles somos iguales. Pero no podía estar más equivocado.

Ahora he abierto los ojos y he dejado de ser un ultra. Sé que mentir al pueblo en las promesas electorales es algo sano y perfectamente normal. Manipular las encuestas costeadas con los impuestos de todos para favorecer al partido gobernante y falsificar los datos del paro cambiando su semántica son prácticas loables, siempre que contribuyan a afianzar al líder providencial. No dar una en la gestión de los fondos europeos y tenerlos bloqueados por pura incompetencia burocrática es muy positivo. Aceptar el apoyo del partido de ETA y cortejarlo es una saludable adaptación a los nuevos tiempos. Gobernar España con el apoyo de un partido golpista y separatista que tiene precisamente como meta destruir España es lo más natural del mundo. Poner a parir a los jueces que no son de la correcta ideología «progresista» e intentar maniatarlos supone una necesaria revisión de las erradas teorías sobre la separación de poderes de Montesquieu (probablemente un franquista de tomo y lomo, aunque se murió en 1755).

España es una nación de naciones, y cuanto más desunida esté –nosotros decimos «cuanto más plural y diversa sea»– mejor le irá, pues no hay nada más moderno y solidario que el hecho de que uno de Álava se crea diferente y superior a uno de Burgos.

Lo público es siempre mejor que lo privado. El Estado siempre es bueno; por el contrario, los empresarios son de entrada sospechosos y ruines, todos ellos. El dinero público no es de nadie. Todo aquel que levante un poco la cabeza con su esfuerzo o ingenio, o haya tenido la suerte de recibir una buena herencia, deberá recibir un estacazo fiscal por «rico», el delito imperdonable. El rencor social y la envidia son mejores para forjar una sociedad sana que la meritocracia y la legítima aspiración de ir a más.

Abortar –matar al nasciturus– es «avanzar en derechos». Crear una subcultura que invita a los adolescentes a dudar de su sexualidad y cambiarse de sexo simplemente acudiendo a un registro es «avanzar en derechos». El hecho de que los médicos de la sanidad pública maten a pacientes que lo soliciten es «avanzar en derechos» (en cambio invertir en cuidados paliativos para que todas las personas vivan un final digno y sin dolor no nos gusta, es facha).

La concordia entre españoles y el simbólico y fructífero perdón de la etapa de la Transición es un resabio fachoso que hay que superar. Dividir al país echando sal a heridas de hace 80 años por puro revanchismo ideológico es «avanzar en derecho». Imponer, so pena de sanción, una lectura única de la historia, donde unos son siempre ángeles y otros siempre demonios, es «avanzar en derechos».

Defender el esfuerzo en las aulas y la exigencia de los docentes es facha. Retocar las leyes para favorecer el imperio de la burramia es la mejor garantía de que España tendrá un gran futuro. Dar ayudas a las familias clásicas es facha. Ser heterosexual es bastante facha. Creer en Dios, y no digamos ya ir a misa, es facha. Hablar en español allá donde existe una lengua regional es superfacha. Oponerse a que Chapote y todos los sicarios de ETA reciban las gracias penitenciarias de Sánchez y el PNV es fachísimo. Tener más simpatía por el PP o Vox que por Bildu, Junqueras y Puigdemont, nuestros aliados naturales, es ultra facha.

Y aquí lo dejo, que me voy a ver un documental sobre los logros del Che Guevara y otro sobre «el poliamor en los tiempos de la sexualidad multiforme».