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El astrolabioBieito Rubido

Sánchez, ¿en nombre de quién?

Ahora mismo en España, bajo un manto de intervencionismo mediático, están quedando impunes serias agresiones a la libertad y a la convivencia

Sabemos muchas cosas del actual inquilino de la Moncloa, Pedro Sánchez. La mayoría de ellas servirían para desalojar a cualquier mandatario de cualquier país democrático del ejercicio del poder, plagio de tesis incluida, pero España vive un tiempo de excepcionalidad democrática, donde la agenda la marcan partidos minoritarios, de apenas trescientos mil votos, cuyo objetivo es terminar con la idea de España. Ya solo con esto podemos concluir que no son tiempos fáciles en la vida de nuestro país. Es más, son todas ellas circunstancias que solo mueven a la desmoralización de la ciudadanía, la única, por cierto, en la que reside la soberanía. Por eso me pregunto en nombre de quién comete Sánchez las tropelías que está llevando a cabo. En nombre de quién indulta a los golpistas, o pone en la calle a los asesinos etarras, o cede ante Marruecos en cuestiones que solo podrían pasar por el Congreso de los Diputados. ¿Qué autoridad te arrogas para ceder la soberanía de todos los españoles o para meter la mano en la historia o en los museos? ¿Quién te ha dado permiso para enfrentar a una España con la otra y llegar a prohibir el recuerdo o la memoria? ¡No será en nombre del pueblo español! Porque apenas tienes 120 escaños, y, además, la verdad, los españoles no te quieren, más allá de la perversa aritmética de un Parlamento que por vía de un sistema proporcional prima a unos y penaliza a otros. Por ese desequilibrio, justamente, el buen gobernante debería acompañarse de la prudencia, justo lo que le falta a Sánchez.

El poder, incluso el que se logra de la manera más democrática, es un instrumento y un privilegio que posee demasiada fuerza y hay que lograr contraponerle la razón para que no cercene la libertad de los ciudadanos. En democracia, la alternancia en el ejercicio de ese privilegio llamado poder es fundamental, pero más trascendente es lograr desalojar a quien lo ejerce mal y, sobre todo, en cualquier caso, hay que desarrollar los contrapesos que limiten ese poder.

En nombre de la libertad y del pueblo se han cometido muchos crímenes a lo largo de la historia. Ahora mismo en España, bajo un manto de intervencionismo mediático, están quedando impunes serias agresiones a la libertad y a la convivencia. Hemos llegado al momento en que cada día nos cercenan libertad e incluso soberanía. Por eso es tan urgente cambiar este estado de cosas; urge devolver a los ciudadanos su capacidad de decidir sin las coacciones que el Gobierno más tóxico de la historia reciente nos ha impuesto.