No llame a su banco, no le atenderán
Este tipo de negocios, porque eso es lo que son y no me parece mal, se han vuelto especialmente hostiles para los ciudadanos, sus clientes
A mí no me gusta el exceso de normas y normativas que entre este Gobierno y la UE nos están imponiendo. Cuantas menos medidas oficiales nos apliquen, mejor. Ahora bien, a las entidades financieras, léase bancos, grandes compañías de telefonía o aseguradoras, deberían las autoridades ponerles menos impuestos y sí coto a sus abusos, además de una obligación cierta de atender mejor a los ciudadanos. Ya no solo a los mayores de 65, a todos. Este tipo de negocios, porque eso es lo que son y no me parece mal, se han vuelto especialmente hostiles para los ciudadanos, sus clientes. Han puesto en marcha toda una maraña de barreras por las cuales uno nunca logra que lo atiendan. Lo más común, centralitas donde una voz robótica, artificial te endilga toda una jerigonza de tecnicismos que te lleva a la infértil decisión de colgar. Allí no habla nadie, ni te atiende nadie, ni te solucionan tu problema. Eso sí, a sus directivos se les llena la boca con la sostenibilidad y la responsabilidad social corporativa. Pruebe a dar un parte de un accidente de automóvil a su compañía…
Ayer intenté por enésima vez hablar con «mi gestor» en un banco. Imposible. Nadie se pone al otro lado de la línea, tras marcar la extensión. Una voz impersonal me saluda en castellano y en catalán. No entiendo muy bien por qué. Yo soy español y gallego, nunca hablé catalán ni siento necesidad alguna de aprenderlo. En todo caso, puestos a perder el tiempo en las comunicaciones inútiles, hablen solo en un idioma, el mío, porque yo soy su cliente y el buen bilingüe es el que habla el idioma del otro. No tengo nada en contra de esta entidad, salvo el pésimo trato que dan a sus clientes, pero lo que no me parece de recibo es que me hablen en catalán, cuando no tengo nada que ver con esa lengua. Es decir, que no me atienden y por si fuera poco me imponen escuchar inútiles frases –al menos para la gestión que aspiro a realizar– en otro idioma que no es el mío.
Un buen amigo que ha puesto en marcha un pequeño negocio me comentó que todo funcionó mientras trabajaba con pequeñas empresas: albañiles, pintores, carpinteros, etc., pero cuando tuvo que contar con un gran banco y una gran compañía de telecomunicaciones para abrir el negocio fue un auténtico infierno. Bueno, pues ya tiene ahí un trabajo que hacer el ministro Garzón, el de los brazos caídos. Él y Nadia Calviño. Conociéndolos, todo irá a peor.