Nadie maneja la calle como la izquierda
La protesta contra la (mejorable) sanidad madrileña ha sido en realidad una marcha contra Ayuso, porque las elecciones se acercan y no ven cómo erosionarla
La vida está llena de verdades incómodas. Una de ellas, impronunciable, es que la sanidad pública se mantiene pillada con pinzas (aquí y en toda Europa). Si no se reforma, el modelo vigente es dudosamente sostenible. Su éxito alberga la semilla de su fracaso: cada vez se atiende a más gente y se ofrece mayor catálogo de servicios, como debe ser. Pero dado que cada vez vivimos más (y exigimos más), mantener el nivel de atención que todos deseamos se torna económicamente inviable.
En España estamos sosteniendo entre todos algo extraordinario. Un modelo donde a personas de edad avanzadísima se les practican onerosas intervenciones de manera gratuita. Un modelo donde se recetan fármacos carísimos en cualquier situación que lo requiera, pues tal y como debe ser, cada vida importa. Un modelo gratuito y universal, que asombra a los hispanoamericanos, los estadounidenses o los portugueses que llegan a vivir aquí. Pero la izquierda cree que el dinero crece en los melocotoneros y soslaya el debate de cómo sostener tan maravilloso y gravoso servicio.
Si queremos continuar diciendo la verdad, hemos de señalar que lo de la sanidad en Madrid no es una historia en blanco y negro, sino en grises. La Comunidad de Madrid presenta la mayor esperanza de vida de España: 84,6 años de media, frente a 83,3 de Cataluña o 83 de la vecina Castilla-La Mancha. ¿Por qué viven más los madrileños? ¿Por la contaminación y el estrés de la metrópoli? No parece. Lo lógico es que sea porque cuentan con una gran sanidad.
Si repasamos los últimos datos del Ministerio sobre listas de espera para una intervención quirúrgica, Madrid aparece como la segunda mejor región, solo superada por el País Vasco, con 73 días de demora frente a 123 días de la media española. En Cataluña la espera es más del doble: 156 días. Pero no hay gran manifa en Barcelona por la sanidad pública bien azuzada por la izquierda, porque allí no interesa políticamente.
Sigamos contando verdades: por el contrario, los datos en lo referente a la atención de los especialistas le sacan los colores al Gobierno de Ayuso. La media española de lista de espera para consultas externas es de 52 días, pero en Madrid se eleva a 64,4 (frente a 31 de Cataluña, que ahí sí lo hace bien). Y lo que es peor: los datos de la propia Comunidad, de Salud Madrid, reflejan un acelerado empeoramiento. A finales de 2019 había que esperar 39,8 días para las consultas externas; al cierre de 2021 eran ya 52,4 y ahora son los citados 64,4. Tampoco ha estado bien pensada esa apertura de las urgencias durante las 24 horas sin añadir más plantilla para afrontar la ampliación de la oferta. El servicio ha empeorado y el Gobierno madrileño debe tomar medidas (las batallas culturales son muy necesarias, imprescindibles; pero Ayuso ha de cuidar también la gestión cotidiana). Por último, y para poner todas las cartas sobre la mesa, se están acusando también huelgas encubiertas de los propios sanitarios madrileños, que apenas se están contando.
Parece razonable, por lo tanto, reclamar que mejore la sanidad madrileña, demanda que ha de ser idéntica en la mayoría de las comunidades, pues en todas cuecen habas. Pero la auténtica razón de la manifestación de este domingo en Madrid era otra. La izquierda ha enarbolado la bandera de la sanidad como su ariete para intentar hacer mella en una Isabel Ayuso que en principio los va a vapulear en las elecciones del próximo año. Por eso, algunos portavoces «sanitarios» de la manifestación se delataban al declarar que «Madrid merece un cambio tras treinta años del PP», o que «esto es una moción de censura ciudadana contra las políticas de la señora Ayuso».
Reconozcámoslo: nadie maneja la calle y la falsa superioridad moral santurrona con la maestría de la izquierda. Las avenidas de Madrid deberían haberse abarrotado este fin de semana de manifestantes. Sin duda. Pero en protesta contra la tropelía de Sánchez con la sedición, que deja a España gravemente desprotegida frente a futuras embestidas separatistas. El problema es que esa causa no es de izquierdas, así que no existe en la vía pública (aunque se dejara sentir cuando tengamos la oportunidad de ir a las urnas y evaluar con nuestros votos estos años de sanchismo-podemismo).