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Cosas que pasanAlfonso Ussía

La manifestación

La izquierda no puede con Madrid, principal motor económico de España, y la región más atractiva para disfrutar de las inversiones de las grandes empresas europeas

No soy de manifestaciones. Acudí a una gran concentración de españoles en Madrid cuando fue vilmente asesinado Miguel Ángel Blanco.

No me ofrecieron ninguna bolsa con un bocadillo, un refresco y una lata de conservas. Y tampoco me entregaron veinte euros, o su equivalente en pesetas, en señal de gratitud por mi asistencia. Y lo mismo que a mí, a los más de 1.500.000 españoles que coincidieron en su impulso voluntario e individual para manifestarse contra los hijos de la gran puta de la ETA y sus simpatizantes traidores, muchos de ellos sentados hoy en los escaños del Congreso y del Senado, y en el Consejo de Ministros.

Las manifestaciones organizadas por la política son nubes que pasan. Dio mucho que hablar, en los años cincuenta del pasado siglo, la convocada desde el Gobierno y Falange Española ante la embajada del Reino Unido exigiendo la devolución de Gibraltar. Manifestación controlada hasta que unos desalmados se desahogaron lanzando piedras contra la embajada. Rotura de cristales y un funcionario británico levemente herido. El embajador llamó al ministro del Interior, en aquellos tiempos de Gobernación, que si no yerro, era el general Camilo Alonso Vega. «Señor ministro, la Embajada del Reino Unido está siendo apedreada, y hay un diplomático herido»; «¿desea el señor embajador que le mande más policías?»; «no, señor ministro, me conformo con que me mande menos manifestantes».

El Gobierno y los sindicatos subvencionados por todos los españoles, amparándose en la Médica, Madre, Mema y Mónica, montaron una manifestación, con la excusa de la Sanidad Pública, contra Isabel Díaz Ayuso. La Sanidad Pública de Madrid, como todas, es mejorable, pero de las mejores de España. Los datos son incuestionables. Pero las izquierdas no soportan el resultado electoral de Ayuso, y van a por ella. Es conveniente recordar que la Médica, Madre, Mema y Mónica convocante de la manifestación sindicalista, anestesióloga de profesión, se dio de baja durante la pandemia de la covid, si bien se olvidó de darse de baja también de su sueldo, y estuvo cobrando como parlamentaria y «médica» hasta que fue detectado su «olvido» y obligada a devolver el dinero mal percibido. La Sanidad Pública fue la excusa. Prueba de ello es que la manifestación, a pesar de su generoso apoyo económico, reunió en Madrid a poco más de 200.000 personas, de las cuales más de la mitad procedían de otras regiones, se abría con un muñeco insultante que representaba a Isabel Ayuso, responsable de haber obtenido en las urnas 62 escaños, y responsable también de que las encuestas le vaticinen la mayoría absoluta en las elecciones del próximo mes de mayo. La izquierda no puede con Madrid, principal motor económico de España, y la región más atractiva para disfrutar de las inversiones de las grandes empresas europeas. Y hay que acabar con Isabel Ayuso como sea, con los sindicatos, con los cineastas chulos del sistema –muy aficionados a la Sanidad Privada como Almodóvar–, con los podemitas, comunistas y socialistas profesionales, y con la buena voluntad de los imberbes ideologizados que no se enteran de nada. Con el apoyo financiero que ha tenido la manifestación, desde el transporte hasta Madrid a las bolsitas de alimentos y los 20 euros de propina, me considero capaz de reunir como mínimo a los mismos manifestantes que la mujer de las cuatro «emes», para protestar por lo que sea, de cualquier tontería y con cualquier excusa, porque el dinero del poder asegura siempre, y más en las izquierdas, el viaje a Madrid y su gozo callejero.

Pero no le arriendo las ganancias, y menos aún la victoria, a la simpática pistolera gestual. Más de la mitad de los que se manifestaron ayer en Madrid, no votan en Madrid. Y sí lo hacen 5.000.000 de madrileños y censados en Madrid que se quedaron en sus casas.

Y lo de los cineastas me emocionó. Vaya madrugón.