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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

«La teta no da»

Mientras a nuestros gobernantes se les llena la boca con la promoción de «lo público», lo cierto es que España no podrá sostener largo tiempo su modelo social

Uno de los síntomas de que un periodista anda bajo de ingenio y fuentes es que monte su crónica con lo que le ha contado un taxista rumbo al aeropuerto. Pero a veces vale la pena como termómetro sociológico.

Aunque eran las cinco y media de la mañana, hora de legañas y silencios circunspectos, el conductor tenía ganas de platicar, como buen argentino que era. Tanto se animó en su disertación que su mano derecha gesticulaba enfática y voladora, cada vez más alejada del volante, mientras iba contando su vida. Había trabajado en España como pequeño transportista durante una década. Hasta que la crisis del 2008 lo hizo picadillo y se vio en la quiebra. Emigró entonces a Estados Unidos, donde permaneció doce años: «Allí ganaba en una semana lo que acá en mes y medio. Además, acá, en Madrid, se vive bastante mal, peor que allá», explicó. «¿Entonces por qué ha vuelto?», le preguntamos. La razón era que quiere cotizar un lustro más en España para alcanzar los quince años que según él le otorgarán la pensión mínima española.

Su plan es estupendo: trincar la paga de jubilación española y volverse con ella a vivir en Buenos Aires. «En Argentina, con esa plata…», suspiraba con mirada ilusionada. El taxista en cuestión era un trabajador incansable y de alma liberal. Robaba horas al descanso y a algunos de sus días libres para ganar más y ahorrar más. Su visión del modelo español era que va a reventar, que las cuentas no salen: «Aquí trabajamos un tercio para sostener a dos tercios». Por supuesto nos aportó una viñeta familiar a modo de ejemplo: «Ahí tenés a mi cuñado español, un vagaso. Lleva cuatro años y medio viviendo del paro y las ayudas sociales. Es una rata que no quiere trabajar».

En realidad su análisis se quedó corto. Si el taxista, o su cuñado el de la hamaca, necesitan una cirugía de vanguardia, o una medicación muy onerosa para pacientes crónicos, la tendrán gratis en España, incluso aunque acaben de llegar («el problema de Estados Unidos es que allá si te pones malo estás perdido, tienes que pagártelo», reconocía). Omitió también el taxista que en la España socialista el Gobierno subvenciona parte del combustible y los viajes de tren. Y da ayudas al alquiler para jóvenes. Y bonos culturales para que los chavales se den de alta en Netflix, o pillen videojuegos. Y cuando te jubilas, tienes viajes del Imserso a precios de chufla para ir a mojarte los pies a Marina d'Or o Tenerife. Y por las autovías se circula sin pagar un chavo, cuando contamos con una de las redes más completas –y por lo tanto más caras– de Europa. Y en cada capital de provincia hay una universidad pública (y una orquesta sinfónica pública y un museo público de arte moderno chorras). Y hay varios ministerios totalmente innecesarios, alguno con una pandi de flipadas al mando. Y hay ayudas a la Dependencia, que la instauró el jovial Zapatero sin mirar cuánto costaban. Y hay una televisión pública en cada región (amén del mamotreto estatal, hoy consagrado a la propaganda sanchista). Y se crean cada vez más y más empleos públicos para camuflar las cifras del paro. Y hay ingreso mínimo vital, y pagas sociales autonómicas, y subsidios agrarios para currar cuatro meses y cobrar ocho en el bar. Y hay campos de fútbol de hierba sintética en municipios donde ya no nacen niños. Y hay artistas, cineastas e «intelectuales» que directamente viven de la subvención y los «eventos», porque su obra no interesa ni a los que duermen con ellos. Vivimos en modelo tan tontolaba que el dinero público del Estado ha sufragado incluso los planes separatistas para destruir ese Estado.

¿Qué está pasando? Pues que España es hoy a todos los efectos un país socialista, donde aquel ciudadano con una nómina al que Hacienda le confisca el 40 % de lo que gana no recibe ayuda social alguna del Estado que lo exprime. Un país donde la clase media más esforzada siempre paga la fiesta. Donde el Gobierno odia y persigue a los empresarios que crean los empleos. Donde a los comunistas y socialistas que mandan se les llena la boca con el sagrado logo de «lo público», sin explicar jamás cómo se va a pagar la verbena en una nación con un horizonte demográfico pavoroso, la mayor tasa de paro de la UE y una deuda pública en cifras récord.

El taxista argentino hizo un certero análisis político-económico cuando mirándome con sus ojos claros sentenció a modo de resumen: «Vos ya ves, la teta no da».