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Cosas que pasanAlfonso Ussía

La cantera

Rodearse de los más parecidos al rodeado es, además de un grave error, una estupidez. Y los dirigentes del PP llevan mucho tiempo rodeándose de ellos mismos, distantes de las voces críticas y sinceras

En las reuniones de amigos no se debe hablar de política, religión o dinero. En ocasiones, resulta inevitable. Una decena de amigos nos juntamos, pocos días atrás, para celebrar el medio siglo transcurrido desde que Mary Quant ideó y puso de moda la minifalda. El motivo fundamental de la reunión dio poco de sí. Y un insensato abrió el debate político. Dado que los diez amigos éramos montañeses o adheridos a La Montaña, hoy Cantabria y anteayer provincia castellana de Santander, los primeros políticos en salir a la palestra fueron los de la provincia. Los diez amigos, liberales y conservadores, siete de ellos votantes del PP y los tres restantes de Vox. Se trató de una reunión de personas decentes. Revilla, como la minifalda, tampoco dio mucho de sí, aunque alguno recordó su entusiasta pasado falangista. Pero aquí, Revilla es sinónimo de cansancio tertuliano. Y le tocó el turno a la dirigente montañesa del Partido Popular, que es una calamidad. ¿Cómo es posible que Feijóo haya apostado por ella después de su calamitosa gestión? Y salió a relucir la alcaldesa de Santander, infinitamente más válida que la máxima mandataria del PP, muy capaz de devolver al partido mayoritario de la derecha española su viejo poder perdido en la provincia. Y alguien comentó que el problema del PP es que no tiene cantera, lo cual motivó una elevación en el tono de las voces. Mi opinión es que tiene cantera, y realidades, que no terminan de convencer a los dirigentes del PP nacional por enigmas indescifrables. El trío que hoy manda en el PP, Feijóo, Pons y Gamarra –con Bendodo, al que no hay que olvidar– quiere conseguir los votos socialdemócratas, y ha creado una enorme confusión en muchos de sus votantes. Pero es indiscutible que un partido político, con una mayoría de dirigentes con carreras universitarias y una preparación intelectual infinitamente más alta que la de los partidos de izquierdas –hoy, ultraizquierdas–, tiene a mucha gente preparada para dar el salto y sustituir al ambiguo y desorientado equipo actual. Y no nos referíamos al equipo cántabro, sino al nacional, con un Feijóo desinflado, un Pons que recuerda a una veleta, y una Gamarra que no concita simpatía alguna, y para colmo, carece de la contundencia y la mala uva que deben acumular en el hígado los portavoces parlamentarios. Mucho mejor fue Cayetana Álvarez de Toledo, pero los acomplejados la defenestraron.

Y que hay cantera, y buena cantera, me lo demostró ayer una parlamentaria del PP en la Asamblea de Madrid, Elisa Adela Vigil, que dio un monumental repaso a socialistas y mónicos médicos o madres, en una intervención de tres minutos desde su escaño, sin papeles, y con una capacidad destructora de la mentira y la desvergüenza, brillante y ejemplar.

Pues claro que hay cantera, como también la tiene Vox, y algo menos Ciudadanos. Lo fundamental es no perder esa cantera de políticos válidos por celos, complejos o preferencias interesadas. La política no es una actividad cómoda. Rodearse de los más parecidos al rodeado es, además de un grave error, una estupidez. Y los dirigentes del PP llevan mucho tiempo rodeándose de ellos mismos, distantes de las voces críticas y sinceras. Un partido como el PP, tan amplio en su fidelidad electoral, tiene que apoyar la brillantez, aunque resulte incómoda. Sánchez se ha cargado al socialismo creando el sanchismo, y el PP no puede imitar tan desastroso ejemplo. Viendo, oyendo y aplaudiendo a Elisa Adela Vigil, tuve la impresión de que la normalización y unión del liberalismo y el conservadurismo en España no es un sueño. Es una probable realidad si la política se entiende como servicio público, no como próspera seguridad personal. Para colmo, Elisa Adela Vigil, además de una gran parlamentaria, además de valiente y certera, es atractiva, tiene clase y es rubia, lo que más humilla y hiere al feminismo profesional y falso de las izquierdas.

En fin, que la reunión salió bastante bien. Hay esperanza.