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Cosas que pasanAlfonso Ussía

Renglones de tontos

Todo nos viene, según Delavigne, de los tiempos de Adán y Eva

En su página semanal de La Otra Crónica en el diario El Mundo, Jaime Peñafiel reproduce la sabia reflexión de una periodista de ABC a la que no identifica: «Las mujeres que han llegado al Gobierno de Sánchez, amén de incompetentes, son malas o tontas». Muy de acuerdo con ella, pero no del todo. Pueden ser malas o tontas, malas y tontas simultáneamente, malas y no tan tontas, y tontas no tan malas. Hay tontas discretas que apenas hablan y tontas clamorosas, amén de malas, que no cesan de berrear. «Los toneles vacíos y los tontos son los que hacen más ruido», sentenció Plutarco. Tengo para mí, que tontas y malas son Irene Montero y la Belarra, pero son tontas y malas con balcones a la calle, no se esconden, y ese detalle es muy de agradecer. Yolanda Díaz es tan tonta y tan mala como las dos anteriores, pero hay algo en ella que supera a una y a otra, esa dosis de cinismo que en ocasiones adorna a los tontos sabios. El gran Molière recelaba de los tontos sabios, según él, mucho más tontos que los tontos ignorantes, por el dominio de su falsedad. La ministra de Hacienda, es tonta, pero no considero que sea mala, y más mala que tonta es Nadia Calviño, que de tonta no tiene un pelo. También en el Gobierno hay tontos o malos, o malos y tontos simultáneamente. Alberto Garzón es malo, tonto y vago. Iceta es malo y no es tonto. Marlaska es malísimo, pero no lo incluyo en las 1.876 clases de tontos registradas en la «Gran Enciclopedia de la Necedad». Y más mala que tonta es la ministra Alegría, del mismo modo que es más tonto que malo Pachi López, que es tan tonto que no puede ser muy malo, además de borono e inculto. Todo nos viene, según Delavigne, de los tiempos de Adán y Eva. Sólo ellos sobre la Tierra, en el Paraíso. En mi modesta opinión, Eva era más lista que Adán, completamente imbécil el pobre hombre. Delavigne establece aquella relación como punto de partida de la aglomeración de tontos que ahora padecemos: «Desde los tiempos de Adán y Eva los tontos están en mayoría». Los dos hijos de Adán y Eva no salieron bien. Caín era malo de toda maldad, y violento, y criminal, y Abel era un tonto blando, chisgarabís y lechuguino. Fallecido Adán, Eva y su hijo –grave pecado jamás resuelto ni bien explicado por la Iglesia–, se vieron obligados a yacer en selvática coyunda para perpetuar la especie. Y la humanidad empezó a nacer tan mala como Caín y tan superficial como Eva. Claro, que también nacieron seres inteligentes y estudiosos, trabajadores y emprendedores, pero siempre en minoría. El gran Pitigrilli no se trabuca: «La estupidez es un estado de gracia, un privilegio, un don divino. Se puede llegar a ser inteligente, pero no estúpido. Estúpido se nace».

¿Y Sánchez? Por deducción, quien se beneficia personalmente por rodearse de tontos, tontas, malos y malas, de tontos malos, de tontas malas, de malos no tan tontos y malas no tan tontas, es antes muy malo que muy tonto. Según el profesor Holbeinstein, de la Universidad de Hamburgo, no está reñido ser a un mismo tiempo perverso y necio, tonto prepotente, hortera, rencoroso y mentiroso siempre que otros seres perversos, necios, prepotentes, horteras, rencorosos y mentirosos estén de su lado y lo estimen inteligente. Es entonces cuando el más malo, adopta la fácil postura de ilusionarse con su inteligencia, convirtiéndose en un tonto peligrosísimo, pero tonto al fin y al cabo, y propenso a caer del guindo cuando arrecia el temporal.

Y cuando una sociedad, que habría de ser culta y civilizada, acepta ser gobernada por tontos y malos, y no pone remedio a su desgracia, está reconociendo que no ha encontrado sustitutos fiables para vencer a los malos y a los tontos, lo cual, dice poco a favor de esa sociedad que irremisiblemente, va camino del rebaño.

Hoy no me he despertado optimista.