El Berenjenas
La diferencia entre Sánchez y el profesor de francés que olvidó el francés, monsieur Jean de Boivre, es que el segundo se suicidó. Y con Sánchez, no caerá esa breva
Sánchez ha saltado del camisón balinés al traje color berenjena. Algunos confunden la remolacha con la berenjena. La remolacha, en su contenido, que no en el continente, presenta un color más amoratado que rojizo, en tanto que la berenjena en su interior es blanca amarillenta y en su exterior amoratada oscura. Un color muy conseguido para ese fruto aovado que nace de una planta de la familia de las solanáceas, como saben, al menos, la mitad de los asesores de la Moncloa.
El color berenjena o aberenjenado es de muy complicada combinación en un traje, y sólo al alcance de los miembros de club «Los Cien más Horteras de España». Mi inolvidable maestro, Santiago Amón, que jamás aplicaba un suspenso en los exámenes de latín, haciendo una excepción dolorosa, castigó con un cate a un alumno por examinarse con un traje color berenjena en sexto de bachillerato. El alumno, de nacionalidad ecuatoriana, quiso dar la nota y Amón no toleró su exagerado mal gusto. «Me lo ha comprado mi mamá en El Corte Inglés», se defendió el cateado. «Pues más a mi favor», le dijo don Santiago. «En El Corte Inglés es prácticamente imposible comprar un traje tan feo».
Confeccionarse a medida un traje color berenjena con pantalones pitillo entra de lleno en la conculcación de cualquier delito contemplado en el Código Penal. En mi memoria, siempre estará presente la imagen de un profesor de francés que se presentó en el colegio Alameda de Osuna con un traje berenjena y una corbata carmesí con faisanes verdes en trance de iniciar el vuelo. Lógicamente, le pusimos de mote «el Berenjenas», y tanto le hirió el apodo, que siendo francés se le olvidó su idioma. Cuando en un colegio se contrata a un profesor de francés, y ese profesor de francés, avergonzado por el color de un traje adquirido en Sepu, olvida su propia lengua, termina por ser despedido. Era el señor Jean de Boivre un hombre digno. Reconoció su equivocación en la elección de su traje, admitió las consecuencias antiestéticas de su delito, y en una tarde de vientos cruzados, se quitó la vida. Y todo ello, por haber adquirido en Sepu un traje berenjena y una corbata con faisanes verdes en trance de iniciar el vuelo. Alivió con su suicidio la indignidad de su traje.
Hay que ser muy hortera para hacerse un traje color berenjena y acudir con la fealdad al Senado. Me veo a Begoña despidiéndole a las puertas de la Moncloa, delante de los seiscientos escoltas que acostumbra llevar en sus trayectos cortos. «Vas hecho un pincel, Pitpit». Seguro estoy de que el Pelota Mayor del Reino, Rafael Simancas, ya se ha encargado un berenjena similar, si bien en el caso de Simancas los efectos devastadores de la horterada serán menguados comparados con los de Sánchez, porque Simancas es un hombre elegante de gráciles movimientos y ademanes. Ya quisiera Sánchez tener la elegancia natural de Simancas, nacido en Khel, Alemania, y actual secretario de Estado de Relaciones con las Cortes. Y detrás de Simancas, todos los demás. Un PSOE vestido de berenjena, Page y Vara incluidos, resultaría imparable en las próximas elecciones.
La diferencia entre Sánchez y el profesor de francés que olvidó el francés, monsieur Jean de Boivre, es que el segundo se suicidó.
Y con Sánchez, no caerá esa breva.