Sin Manolo
Manolo el del Bombo ha sido el gran animador de nuestros futbolistas, y ha acudido a todos los grandes acontecimientos futboleros de la selección española
Insisto en que no me interesa este Mundial de fútbol que se celebra en el siglo XI. Pero han llegado a mis oídos noticias deprimentes.
Por primera vez en casi cuarenta años, la Real Federación Española de Fútbol no ha invitado a un Mundial a Manolo el del Bombo. Se trata de una injusta barbaridad. La RFEF transcurre por holguras económicas. Su presidente, que fue futbolista y bastante malo, por cierto, el señor Rubiales, está siendo investigado por organizar guateques con sus federativos y chicas atractivas a costa de la Federación. No estoy acusándole de nada. El que le acusa es su tío, que trabajó con él en la institución deportiva. Rubiales es zurdo y muy amigo de Sánchez, y Manolo el del Bombo es diestro y según parece, Sánchez no lo ha incluido en su círculo de amistades. Pero el coñazo del ruido de percusión del bombo de Manolo siempre ha acompañado a las jugadas de nuestra selección. Manolo el del Bombo ha sido el gran animador de nuestros futbolistas, y ha acudido a todos los grandes acontecimientos futboleros de la selección española, que no La Roja, como le dicen los cursis de los comentaristas. La Roja es Irene Montero, o Yolanda Díaz. En el mundo del futbol, la Roja ha sido siempre la selección de Chile. Pero me estoy perdiendo en el desierto de Qatar, que no me apetece nada de nada. Manolo tiene un modesto negocio, creo que en Valencia, y la Federación le invitaba al viaje y la estancia en las ciudades donde competían nuestros seleccionados. Así que Berenjenas llamó a Rubiales y le soltó la orden: –no invites a Manolo el del Bombo, que es facha–. Y en Valencia se ha quedado nuestro mejor jugador.
Porque Manolo, con su bombo, sacaba de quicio a los jugadores de la selección adversaria, al público, al realizador de la retransmisión y a todos los ocupantes del palco de autoridades. Golpeaba el bombo con tanta fuerza y frenesí, que una tarde de mal cálculo, se lesionó de gravedad. Y lo golpeaba delante de quien fuera y sin complejo alguno. Si metía un gol España, el bombo lo celebraba. Si España recibía un gol del contrario, el bombo animaba para conseguir el empate. Si España ganaba, el bombo se apoderaba del yunque, del martillo, y la trompa de Eustaquio de todos los espectadores. Si España era derrotada, ya con las gradas del estadio deshabitadas de aficionados, Manolo persistía en tocar el bombo para incordiar a los triunfadores. Pero no es socialista, ni comunista, ni de Compromís, ni podemita, y no le han convidado a Qatar, porque a Rubiales le molesta y turba el patriotismo español concentrado en el bombo de Manolo.
Me dirán, con razón, algunos lectores que los pormenores, alegrías y tristezas de Manolo el del Bombo, no merecen un artículo. Acepto la reprimenda, no sin recordar que escribir de Sánchez, de las Montero, de los etarras y de Rufián, es un tostón. Manolo el del Bombo, como personaje público, es mucho más interesante que todos ellos juntos. Un tipo que se hace famoso tocando el bombo como un descosido, molestando a propios y extraños en un Mundial de fútbol, es como poco, un tipo original. En el mundillo del fútbol es mucho más famoso que Rubiales, y ha ayudado a nuestros futbolistas, si no a jugar mejor, sí a correr y trabajar con mayor ahínco y profesionalidad. Para mí, que Manolo el del Bombo tendría que ser diputado. Diputado con bombo, para acallar las imbecilidades parlamentarias desde su bombo. Sin él, es muy difícil que España gane el Mundial del oro repartido y el siglo XI. Sin Manolo el del Bombo, España pierde a su mejor delantero, su mejor medio, su mejor defensa, su mejor portero y su mejor animador. Un poco pelmazo, eso sí.