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Aire libreIgnacio Sánchez Cámara

El proyecto

El Gobierno actual tiene un proyecto, que probablemente no ha surgido de la cabeza gubernamental, y lo está ejecutando con pertinacia, coherencia y disciplina

Suele afirmarse, ciertamente no entre sus partidarios, que el presidente del Gobierno es un ambicioso que carece de ideología y al que sólo mueve su ambición de poder, que es, en suma, un oportunista y un aventurero. Es evidente que no se trata de una persona que sienta una irrefrenable pasión por las ideas, ni se distinga por la expresión de sus pensamientos teóricos en el supuesto, no evidente, de que los tenga. Pero este análisis es incompleto y, por ello, insuficiente y desorientador. Tenga ideas o carezca de ellas, Pedro Sánchez dirige, quizá bajo orientación y supervisión ajenas, un proyecto para España, o para acabar con ella, que sería nacionalmente suicida ignorar.

Para mantenerse en el poder no necesita a Bildu y a ERC y, sin embargo, son hoy, junto al neocomunismo populista, sus aliados preferentes. Decía Ortega y Gasset que la política es el imperio de la mentira. Si es así, la política española actual sería el imperio de la mentira absoluta. Nunca en un régimen democrático (al menos, todavía) tan pocos mintieron tanto y durante tanto tiempo a tantos. La mentira en los totalitarismos (entre ellos, el comunista) es su naturaleza y su razón de ser, va de suyo. El presidente del Gobierno afirmó que nunca gobernaría con Podemos porque la sola idea de que algunos de sus militantes pudieran formar parte del Ejecutivo le quitaría el sueño. Y no tiene síntomas de padecer insomnio crónico. Dijo que nunca pactaría con separatistas y ahí está, por ejemplo, la salida de la Guardia civil de la regulación del tráfico en Navarra y la abolición del delito de sedición. Y la lista, sin duda, no se detiene ahí.

La ausencia de escrúpulos no entraña la inexistencia de un proyecto. El Gobierno actual no consiste en una sucesión de bandazos oportunistas y arbitrarios. Tiene un proyecto, que probablemente no ha surgido de la cabeza gubernamental, y lo está ejecutando con pertinacia, coherencia y disciplina. La ignorancia tiene siempre un precio, e ignorar la naturaleza del proyecto sólo puede conducir a la destrucción de la Nación.

Vivimos un proceso que tiene su fin natural en un cambio de régimen. La Constitución y el proceso de reconciliación que llevó a ella deben ser destruidos. El fin no es una mera reforma de la Constitución, sino su destrucción. Entre otras razones porque la legalización de los referendos de separación y la concesión a comunidades autónomas del derecho a la autodeterminación, destruyen necesariamente una Constitución que se fundamenta en la unidad de la Nación española. Para ello es necesario destruir también el espíritu de concordia que presidió la Transición y sustituirla por un nuevo enfrentamiento radical entre españoles. La futura Constitución, si es que la hay y no consiste en una mera mascarada bolivariana, será la culminación de un nuevo proceso de transición. Pero si el anterior condujo a la democracia, es que vivimos (todavía) en una democracia. Pero entonces el nuevo proceso de transición no puede llevar a la democracia, que ya la hay, sino a otra cosa, sin duda no democrática. Para ello es preciso instituir una nueva «concordia», ésta antinacional. La reconciliación ahora tiene lugar entre el frente popular (PSOE y Podemos) y los separatistas enemigos de España. La memoria de Tomás y Valiente y Otegui se abrazan fraternalmente. Quedan así fuera de la nueva concordia la derecha y el centro. En realidad, sólo la derecha nacional, ya que la nacionalista y separatista quedan incluidas en el nuevo régimen.

Pero el proyecto no se reduce a eso, que no es poco, sino que incluye un proceso de transformación de las ideas, principios y valores de la sociedad española, básicamente procedentes de la tradición europea y, más concretamente, del cristianismo, por una forma de sociedad impregnada de un ateísmo militante, de una falta de respeto al sentido jurídico y a la democracia liberal, de naturaleza totalitaria. No cabe olvidar que el auge de los totalitarismos vino precedido de un profundo eclipse de Dios en Europa. La ingeniería política y social lleva tiempo en marcha. No creo necesario recordar sus tristes hitos legislativos. A la vista, la familia y los animales. España está todavía en manos de los españoles. Sabemos lo que tenemos que hacer: regenerar nuestra sociedad y reconstruir nuestro Estado. Sólo hace falta inteligencia y decisión para hacerlo.