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HorizonteRamón Pérez-Maura

Muere la libertad

Vivimos un acoso como nunca se había visto en nuestra democracia. Peor aún que lo que se vivió durante la II República Española. Y aquello llevó a una guerra civil porque «media España no se resigna a morir a manos de la otra media», como hemos recordado que sentenció don José María Gil-Robles

La falta de pudor del actual Gobierno de la nación hace que deban encenderse todas las alarmas. No tienen ningún inconveniente en demostrar que están dinamitando todos los puentes. Que el diálogo ya no es posible. Que se lo van a llevar todo por delante y por detrás. Vivimos un acoso como nunca se había visto en nuestra democracia. Peor aún que lo que se vivió durante la II República Española. Y aquello llevó a una guerra civil porque «media España no se resigna a morir a manos de la otra media» como hemos recordado que sentenció don José María Gil-Robles.

Ahora, con infinito desparpajo, el Gobierno filtra y Bolaños justifica que quiere nombrar magistrados del Tribunal Constitucional a un exministro de Justicia y a una ex alto cargo del Ministerio de la Presidencia. Era verdaderamente difícil encontrar dos personas más afines al Gobierno. Como bien ha dicho en este periódico Ana Martín «cuando hace dos semanas se desató la polémica en torno a la ley del 'solo sí es sí' con las primeras rebajas de condena, el exministro Campo se mantuvo callado. Él había sido el primero en alertar de la baja calidad de la norma, allá por la primavera de 2020, cuando el Ministerio de Igualdad elevó el primer anteproyecto al Consejo de Ministros. Por tanto, podía haber sacado pecho. Sin embargo, permaneció en silencio, no quiso hacer sangre. Ahora es más comprensible por qué.» Ésta es la perfecta descripción de la independencia de un magistrado del Constitucional. O dejémoslo en un candidato a magistrado.

En el Constitucional se van a ver hasta seis recursos de leyes en cuya aprobación intervino Campo como ministro. Por más que acabe teniendo que abstenerse, nombrarlo con una agenda así demuestra que hay un interés ideológico muy grande en su presencia en el TC para otros asuntos además del papel que pueda jugar colateralmente en esos seis. Tendrá que rendir otros servicios. Y por eso están dispuestos a nombrar estas dos vacantes que corresponde cubrir al Gobierno, aunque no se complete las cuatro renovaciones a las que se está obligado según el artículo 159.3 de la Constitución.

Las pruebas de que quieren arrasar con todo son cada día más evidentes. No tienen freno ninguno. Cuando desde aquí escuchamos y leemos en algunos medios las violaciones de la independencia de la Justicia de las que se acusa a los Gobiernos de Hungría y Polonia, yo recuerdo haber visto contar a alguien tan poco dudoso como Fernando Savater, que creo que no es exactamente un fascista furibundo, el intercambio que tuvo meses atrás con Adam Michnik, el gran periodista polaco, fundador de Gazeta Wyborcza y premio Princesa de Asturias. Manifestaba Savater el asombro que demostró Michnik cuando le dijo que la pretensión del Gobierno polaco de controlar a los jueces era similar a lo que estaba pasando en España. Momento en que un célebre escritor, premio Planeta, premio Nacional de Narrativa, premio Jean Monnet, columnista de El País y –muy reciente, claro– premio Mariano de Cavia, reconvino a Savater preguntándole en tono inquisitorial qué había contado a Michnik. A lo que el célebre pensador español, compañero en El País de su reconviniente, respondió, quizá con desparpajo: «Sólo la Verdad. Es la fuerza de la costumbre». No está de menos que Savater lo señalara, porque la Verdad, con este Gobierno, ha desaparecido de la vida pública. Y sin Verdad, la libertad muere.