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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

No miren a Irene, miren a Pedro

Ella, con todo su desparrame neuronal fanatizado, es una anécdota, el problema de España estriba en lo que está haciendo el presidente que la mantiene ahí

No miremos el dedo. Miremos la luna que señala. Si padecemos como ministra a una señora sin currículo alguno, que ha promocionado exclusivamente por el enchufe digital de su pareja masculina, la culpa es de quien la ha puesto ahí y la mantiene en su despacho chapoteando ya sobre el ridículo.

Si tenemos una ministra de ideología flipada (la denominan «feminismo queer»), que ha convertido su Ministerio en la cafetería de un pandi obsesionada con la homosexualidad y un feminismo psicotrópico, la culpa es de quien la hizo ministra y la mantiene ahí.

Si tenemos como ministra a una energúmena que defiende abiertamente que los niños deben tener relaciones sexuales como los adultos si así les place, la culpa es del irresponsable que mantiene ahí a una abierta defensora de la pederastia.

Si tenemos como ministra a una analfabeta jurídica, que no ha querido escuchar a los órganos consultivos y que ha provocado una ley tan delirante que está resultando una fiesta de rebajas penales para los violadores, la culpa es del presidente que todavía no la ha cesado y que se niega empecinadamente a reformar la ley que ha provocado este desaguisado lesivo para las mujeres (43 violadores beneficiados ya por su torpeza, ¡y alardean de ser el «Gobierno feminista»!).

Si tenemos una ministra que ha colado en su Ministerio como asesora a una política amiga para darle un sueldito, a pesar de que está condenada en firme por atacar a la policía, la culpa es del presidente que consiente estas corruptelas que machacan la ejemplaridad pública.

Si tenemos una ministra que ha enlodado la política insultando a todo el mundo, soltando salvajadas a tutiplén, y que luego va de cordero degollado cuando señalan el hecho cierto de que ha hecho su toda su carrera a lomos de su pareja, quien permite que esta señora siga degradando la vida pública es el que la mantiene ahí.

Si tenemos una ministra que con la excusa de promocionar el aborto en Estados Unidos decide montar una excursión a Nueva York con su pandi del Ministerio y se sube con ella en el Falcon del Estado para pasárselo chupi, la culpa es de quien ha dado un pésimo ejemplo convirtiendo el avión oficial en un juguete para el ocio.

Si tenemos una ministra que sostiene que el hecho biológico del hombre y la mujer no existe y que aboga por poder cambiar de sexo sin más, simplemente acudiendo a un mostrador de la Administración (niños incluidos), la culpa es de quien consiente estos delirios y hasta los va a convertir en ley.

Conclusión: si tenemos el peor Gobierno de nuestra historia, plagado de incompetentes obsesionados con ideologías revanchistas, improductivas y muchas veces directamente lisérgicas, la culpa es del director que ha elegido semejante reparto freak.

Como a todo el mundo, a mi también me molesta la tontuna faltona de Irene Montero. Pero lo que me preocupa es otra cosa: su jefe, el presidente que está acometiendo una revisión de la Constitución por la puerta trasera para dar a los separatistas que lo sostienen el referéndum de independencia con el que sueñan. Es decir: en estos momentos, mientras nos distraemos con el Mundial y la pirotecnia dialéctica del Parlamento, nos estamos jugando la propia existencia de España. Así que no miremos a Irene, que es solo una desagradable anécdota. Miremos al guionista único de este desguace que puede arruinar nuestra democracia y nuestro propio país: Sánchez.