Sedición en Doñana
El Gobierno y su mayoría interesada bloquearon las enmiendas a la totalidad presentadas por PP, Vox, Ciudadanos, Junts y la CUP mientras Sánchez estaba en Doñana vestido de coronel Tapiocca
A comienzos de 2020, cuando todavía no habían puesto el Código Penal del revés a cambio de unos Presupuestos, Gabriel Rufián concedió una entrevista en La Sexta Noche. Allí, Jesús Cintora le pidió que definiera a Pedro Sánchez con una palabra. Rufián respondió con dos, quién sabe si por despiste o por problemas con la aritmética básica: «Positivamente voluble».
Hasta esa fecha, ERC había conseguido de Sánchez una primera mesa de negociación de la que el PSOE se levantó con síndrome de Estocolmo. De allí vieron salir a socialistas hablando de «conflicto» y «desjudicialización», como si les hubiera hipnotizado Oriol Junqueras.
Casi tres años después, los autores del 1-O están en la calle y el delito de sedición va camino del matadero. El Gobierno y su mayoría interesada bloquearon las enmiendas a la totalidad presentadas por PP, Vox, Ciudadanos, Junts y la CUP mientras Sánchez estaba en Doñana vestido de coronel Tapiocca. Tan seguro estaba de que el pleno iba a salir adelante que, pudiendo votar telemáticamente, prefirió no hacerlo. Imagina por un momento que la votación se tuerce y te pilla a 600 kilómetros jugando a los figurantes de La isla mínima. Le habría pasado como ayer a Luis Enrique, que se enteró por la prensa de que España estuvo eliminada en primera ronda durante tres minutos.
Lo más peligroso que tiene Sánchez, escribió hace unos días Bieito Rubido, es su debilidad. Nuestro presidente –en lo sucesivo, «el voluble»– vive tan al día políticamente hablando que afronta cada negociación como si fuera la última, cuando la realidad es que cada dos tardes le tocan la cartera y hasta el Código Penal. Si el éxito de la siguiente votación dependiera por ejemplo de López Obrador, y este le pidiera disculparse por el Descubrimiento de América, «el voluble» no tendría problema en hincar rodilla en la plaza del Zócalo, fingiéndose cortés como un soldado en La rendición de Breda. Si la estabilidad de Melilla dependiera (como así ocurre) del empeño que ponga al otro lado Mohamed VI, y este a cambio le pidiera ganar a España el martes en el Mundial de Qatar, «el voluble» no tardaría en llamar a nuestro seleccionador para que repita lo de ayer contra Japón, que nadie se dará cuenta.
Porque «el voluble» es así, no le cuesta arrodillarse porque todavía es joven y carece de frenos morales. Pero España tiene tantos años que no sabemos cómo se levantará de la penúltima intentona, pues siempre hay tiempo para alguna más.