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El puntalAntonio Jiménez

De cómo Sánchez pasará a la historia

Al tigre no se le convierte en vegetariano por más hortalizas que se le echen, ni a los independentistas en pragmáticos nacionalistas partidarios de seguir en España por más indultos que se le concedan

Su narcisismo estratosférico rayano en lo patológico le llevó a proclamar, con esa habitual pose chulesca que le caracteriza, que él, «Su Sanchidad», pasará a la historia por haber sacado a Franco del Valle de los Caídos.

Menuda hazaña exhumar los restos mortales del dictador que murió en la cama. Todos los que como Sánchez pretenden jugar y ganar el imposible partido de vuelta de la Guerra Civil, alimentando el revanchismo, la confrontación y la división entre españoles con la reiterada apelación al franquismo, olvidan que sus mayores, por pusilanimidad o impotencia, poco o nada hicieron en vida de Franco por acortar su dilatado mandato en la jefatura del Estado.

Este Sánchez heroico que se atribuye méritos de trascendencia histórica por exhumar una momia me lleva a recordar la anécdota atribuida al torero Rafael Gómez, «el Gallo», quien tras bajarse del tren en Atocha procedente de Sevilla, pasó junto a la locomotora en el momento en que descomprimía la caldera en medio de un generoso chorro de vapor y de un potente bufido-silbido. «El Gallo» miró a la locomotora con gesto de contrariedad y le espetó: «¡Esos cojones en Despeñaperros!», en referencia a la lentitud desesperante con la que el tren atacaba las rampas de subida del paso que separa Andalucía de la meseta castellano-manchega.

Pues eso, que los bemoles de los que ahora presume Sánchez había que echarlos antes de 1975 para pasar, entonces sí, a la historia.

Desgraciadamente él pasará a la historia pero por presidir en Europa el único Gobierno de coalición con comunistas y por otros muchos motivos abyectos como beneficiar a presos terroristas y violadores, de los que 13 ya han salido de prisión, gracias al engendro jurídico del 'solo sí es sí', y sobre todo por su falta total de escrúpulos políticos y mentir a sus votantes y a todos los ciudadanos como nunca antes había hecho ningún otro presidente de Gobierno en España.

Lamentablemente la mentira, con el «sanchismo», cotiza al alza y, aparentemente, no tiene penalización. Todo lo contrario que pasa cuando se dice lo que realmente se piensa y compromete a quien lo dice. El presidente de Aragón, Javier Lambán, dijo la verdad cuando afirmó que a España le habría ido mucho mejor con Javier Fernández al frente del PSOE en lugar de Pedro Sánchez, y mintió después cuando, obligado por Ferraz y Moncloa a humillarse, declaró que sus palabras fueron desafortunadas.

Para todos los demás, salvo para los «sanchistas», ni fueron desafortunadas ni inciertas y es probable que a Sánchez no le importara tanto esa comparación con Javier Fernández, como la enmienda a la totalidad que el propio Lambán, uno de sus barones, hizo contra su reprobable alianza con el independentismo.

En contra de lo que presume Sanchez para justificar su contubernio con ERC y culpar a Rajoy de la herencia que le dejó en Cataluña, la situación no es mejor ahora que antes. El presidente de Aragón, y en esto también acierta, ha dicho que España se encuentra en una peligrosa deriva independentista y el problema catalán no se está solucionando por más que Sánchez diga lo contrario. Lo que ocurre es que los separatistas, y ese es el motivo de la aparente mejoría, «están más tranquilos porque su hoja de ruta se va realizando con la complicidad y las concesiones del Gobierno».

Al tigre no se le convierte en vegetariano por más hortalizas que se le echen, ni a los independentistas en pragmáticos nacionalistas partidarios de seguir en España por más indultos que se le concedan.

La supresión del delito de sedición que avanza a toda vela es la penúltima concesión que les ha otorgado Sánchez a los separatistas. Después vendrá la rebaja penal de la malversación para que Junqueras recupere sus privilegios políticos y por último el referéndum si las urnas otorgan a Sánchez la posibilidad de reeditar el pacto Frankenstein otros cuatro años más en la Moncloa .

Para ejecutar esa hoja de ruta quiere Sánchez colonizar el Tribunal Constitucional y por todo esto, incluido su apoyo a que se limite el uso del español en una parte de España, pasará Sanchez de forma indigna e infame a la historia y no por sacar a Franco de Cuelgamuros.