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El que cuenta las sílabasGabriel Albiac

Hipótesis para un golpe de Estado

Esa ha sido la estrategia del gobierno de Sánchez desde su asentamiento: controlar a los jueces. Y ésa es la condición para que el golpe contra la Constitución triunfe

Al Gobierno de España, Pedro Sánchez llegó –ahora es fácil verlo claro– con una función prefijada: dar bien el golpe de Estado que Puigdemont y Junqueras planearon antes chapuceramente.

Puede que esta función no pareciera evidente en su momento de arranque: la ininteligible moción de censura del año 2018. El navajazo del PNV, que con su voto por sorpresa lo decidió todo –y que dio con el presidente del Gobierno noqueado en una triste sobremesa inane mientras parlamento, Gobierno y nación se iban yendo al garete–, no parecía responder a lógica inmediata de ningún tipo. Desde el inicio de la democracia, el PNV ha brillado en el arte de vender sus escaños al mejor postor. Una burlesca ley electoral hace que su puñado de votantes se vea multiplicado exponencialmente en diputados. Y que, así, una fracción minúscula de la ciudadanía mantenga rehén a la inmensa mayoría de la nación. Por suerte, su pragmático sentido del mercado llevó, hasta ahora, al PNV a obtener beneficios óptimos amenazando –sin nunca consumar– con volar cualquier gobierno estable.

Todo cambia con la emergencia de un Sánchez lo bastante ambicioso –y, al tiempo, lo bastante débil– como para avenirse a negociar el trastrueque completo de la nación constituida en 1978. Se abría, en efecto, una ocasión de oro para desencadenar tiempos nuevos. Y, por supuesto, extremadamente peligrosos. Básicamente, para inventar una nación constituida sobre principios distintos, y aun contrapuestos, a los actuales. Ante todo, una nación que codificase, no un sujeto constituyente como hasta ahora, sino una multiplicidad de sujetos nacionales como soporte de la soberanía.

Puigdemont y Esquerra lo habían intentado, un año antes, por la vía del golpe de Estado clásico. Chapucero. Y habían –como era inevitable– fracasado. El PNV ha demostrado ser lo bastante hábil como para obtener siempre beneficios sin pagar costes. Para saber, ahora, que un golpe de Estado moderno no se da desde la calle, sino desde las instituciones. Y que jamás se presenta como un golpe de Estado, sino como el paso a una forma de democracia superior, que a todos beneficia y que a la ley se acoge en cada uno de sus pasos. Los golpes de Estado hoy los articula un poder ejecutivo que haya logrado configurar las condiciones para el control pleno del poder judicial que debiera vigilarlo. Y ésa ha sido la estrategia del gobierno de Sánchez desde su asentamiento: controlar a los jueces. Y ésa es la condición para que el golpe contra la Constitución triunfe.

Sin violar la ley, el parlamento catalán votará pronto un nuevo estatuto catalán que abra la puerta a la independencia. Sin violar la ley, Sánchez habrá ido colocando cachicanes suyos en un Tribunal Constitucional al que se dará orden de ratificar la vía abierta desde Barcelona. A partir de ahí, todo es cuestión de tiempo. Breve. Y ése sí será, de verdad, un golpe de Estado. No aquella payasada de 2017.