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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

Junqueras manda, Sánchez obedece

El imperdonable entreguismo del presidente hace que un partido con 874.000 votos en las generales esté aflojando las costuras de un país de 47 millones

Este viernes, 9 de diciembre de 2022, en pleno sopor de un puente, Pedro Sánchez, un presidente débil de querencia autoritaria y rehén de un partido separatista, eliminará la malversación a la carta para el caso de los golpistas catalanes y asaltará el TC cambiando de urgencia las mayorías por las que se elige a sus magistrados. Bienvenidos a la futura República Bolivariana de Ex España, que se está forjando al dictado de Oriol Junqueras mientras no hacemos nada para evitarlo.

Corría el final del año 2015, dos antes del golpe en Cataluña. Una mañana cualquiera escuchaba una radio mientras me afeitaba. De repente se pusieron a entrevistar a Junqueras, con esa afición suicida de muchos de los llamados «medios nacionales» por dar cancha a los peores enemigos de su país. En un momento dado, Junqueras, que todavía no era tan conocido como ahora, rompió a hipar, llorando de emoción al habar de la hipotética independencia. «Este tío no está bien de la chencha –pensé–, es un fanático sentimental con el que es imposible entenderse». Y así es. Pero nuestro problema radica en que el fanático no es ningún estúpido.

Tengo la peor opinión en todos los órdenes de Oriol Junqueras Vies, de 53 años. No comparto la mirada supremacista con que contempla España, que lo lleva a pensar que un paisano de Lérida es muy distingo y superior a uno de Huesca; ni tampoco el sesgo claramente racista con el que alguna vez ha hablado de «españoles y catalanes». Moralmente, se ha aburrido de mentir desde el poder a sus paisanos sobre un supuesto «robo» de España a su región, cuando lo cierto es que Cataluña ha disfrutado de toda una bicoca en España ya desde los lejanos días del arancel textil. Les mintió de nuevo cuando les aseguró que la independencia traería una prosperidad nunca vista, cuando lo cierto es que con solo asomar la patita se produjo un gravoso éxodo empresarial. Los engañó también cuando les garantizó que la UE acogería encantada al nuevo Estado catalán. Ni siquiera resulta grato su talante humano, de apariencia santurrona, pero de alma taimada, como delató tan gráficamente aquella imagen en la que abrazaba los hombros de Soraya Santamaría con una sonrisa en plan «eres una panoli que no se entera de la jugada» (lo cual, por desgracia, era cierto en aquel caso).

Pero una cosa es que no te agrade un manifiesto enemigo de tu país y otra es despreciar su inteligencia táctica. Y siendo mucho tener que decir que hoy, gracias a la felonía de nuestro actual presidente, Junqueras va ganando su batalla contra España. De hecho, si Sánchez logra una mayoría para mantenerse en el poder otra legislatura más, asistiremos a la celebración de una consulta de autodeterminación más o menos maquillada. Se abrirá así la puerta a la quiebra de lo que hoy es España, porque los separatistas no cejarán hasta que el resultado de la consulta sea el que ellos ansían (véase el ejemplo de Escocia, donde prometieron en 2014 que el debate quedaba zanjado y hoy ya exigen otro referendo).

Junqueras va anotándose tantos. ¿Mesa bilateral y prima económica para Cataluña en detrimento de otras regiones? Hecho. ¿Indultos? Ahí están. ¿Un insólito remiendo jurídico, de república bananera, para que el delito de malversación no opere con los cargos separatistas? Lo están cocinando ahora mismo él y Sánchez. Mientras, en paralelo, arranca el asalto final: tomar el TC para organizar el referéndum de la ruptura en un par de años.

ERC va ganando. Es por la traición de Sánchez a su país, ya lo sé. Pero tampoco vemos a PP y Vox espabilando mucho, dada la magnitud del problema al que nos enfrentamos.

En cuanto a la sociedad civil… pues con las cañitas, el «finde», el Netflix y la tele al rojo vivo... Hasta que un día nos despertemos sin país. Un partido político con 874.000 votos en las últimas generales se está merendando a una España de 47 millones de habitantes. Insólito caso. ¿A qué andamos?