Europa, cómplice y corrupta
Von der Leyen es otra responsable de la ruina española, con sus sonrisitas cómplices con el responsable de un ataque a la democracia sin precedentes
Mientras Sánchez perpetraba su autogolpe blando en el Congreso para adaptar el Tribunal Constitucional y el Código Penal a sus siniestras necesidades y las de sus socios; la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, comparecía con él sonriente, en Alicante, entre cucamonas y sonrisitas recíprocas que vienen de lejos.
No ha habido abuso, atraco, pifia o barbaridad de Sánchez y su banda que no haya tenido por respuesta, tras algún pellizquito de monja estrictamente protocolario, la complicidad europea y muy particularmente de la alemana que dirige el politburó de 27 comisarios al que nadie ha votado y al que, sin embargo, se le adjudica el poder ejecutivo y la iniciativa legislativa.
«Dear Pedro» es, para Gertrudis, ese español alto y guapo que defendió la fusión en un solo puesto de las presidencias de la Comisión y del Consejo europeos, dos de las siete instituciones continentales que garantizan una selva burocrática, una parálisis endémica y, eso sí, una costosa industria política de la que viven perezosos, prejubilados, caraduras y pijos de todos los partidos de todos los países de la Unión.
Ahí tienen el ejemplo de la vicepresidenta del Parlamento Europeo, Eva Kaili, la socialista griega detenida con un saco de billetes en su casa procedentes, según todos los indicios, del régimen de Qatar.
Toda esa tropa es la que ha llevado a Europa a una crisis, con su nefasta política monetaria y la suicida decisión de imprimir y regalar dinero que ahora hay que devolver con inflación y tipos de interés disparados.
Y es, también, la recua de incompetentes que no le ha evitado una guerra en sus narices de blandengues; que no le ha librado del fundamentalismo y de cretinos que no sabe defender los valores europeos de libertad y seguridad, los mejores alumbrados por la humanidad en toda su historia, hoy amenazados por la estúpida confusión entre la necesaria tolerancia y la inaceptable rendición.
Europa es una gran idea, capaz de hacer prosperar en el pasado a países rezagados como España o Polonia o de reunificar Alemania sin estragos; que ahora solo funciona en tiempos de confort y que exhibe, cuando vienen curvas, una combinación escandalosa de incompetencia, derroche, corrupción, irrelevancia y amoralidad.
Ése es el contexto en el que la alemana hace manitas con el español mientras en España se acosa a la democracia con la excusa de salvarla, permitiendo que primero se indulte a delincuentes, después se deroguen los delitos y finalmente se asalte el Tribunal Constitucional para legalizar los abusos cometidos y por cometer para siempre.
Si ante la ruina económica, institucional y moral española la respuesta europea es dar cheques en blanco, mirar para otro lado y blanquear al responsable de todo ello, repitiendo con Sánchez la impúdica impunidad concedida a Puigdemont; ¿qué le queda a España para defenderse?
Solo las urnas, cuando llegue el momento de votar; y la resistencia democrática, mientras llega ese momento: la invasión de las instituciones españolas, la destrucción de la separación de poderes y la complicidad por acción u omisión con todo ello de Europa no permiten ya apostar por una enmienda, en tiempo real, a los excesos antidemocráticos de Sánchez.
Y la moción de censura es, desgraciadamente, inviable, por muy tentador que sea darse el atracón de decirle en la cara al pequeño Calígula que nos preside todas las verdades que merece escuchar en directo, más válidas para cohesionar a la coalición delictiva con sede en Moncloa y para dividir al centroderecha que para lograr el objetivo deseado.
Solo nos queda votar y, mientras, utilizar hasta el último de los recursos institucionales y legales que aún admite el derecho nacional y europeo; elevar la crítica pública en el Parlamento, los medios y calle, sin descanso ni concesiones, y entender que a la democracia solo puede salvarla la democracia.
Sánchez no quiere ser el presidente de media España, se conforma con que su mitad sea ligeramente mayor y va a perseguir, explotar y destrozar a la otra: se trata, ahora, de demostrar que somos más y somos mejores. Sin tregua, sin voces, sin divisiones y sin dar un paso atrás. Porque estamos al borde del precipicio y Von der Leyen también se ríe.