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Pecados capitalesMayte Alcaraz

Ladrona con perspectiva de género

Como la tal Eva Kaili, Sánchez es un producto líquido e insustancial de la izquierda caviar, que intenta someter a los europeos a una nueva religión laica

Eva Kaili es una socialista griega que, como la Maite Zaldívar de Julián Muñoz en Marbella, guardaba pasta robada en bolsas de basura, en su caso, ecosostenibles. La criaturita, cuyo presidente en la Internacional Socialista es Pedro Sánchez, trepó con perspectiva de género hasta la vicepresidencia del Parlamento Europeo, desde donde trabajaba «por la gente». También como su flamante líder en la IS, realizó un doctorado en política económica internacional. Si ha seguido sus dictados, tuvo que copiar la tesis a cualquier enchufado que tuviera a mano. Forma parte del descalabrado partido socialista griego, que dejó de llamarse PASOK tras haberse dado una chufa sideral en las elecciones de 2015: pasó de tener durante veinte años el 40 por ciento de los votos a entrar por los pelos en el Parlamento heleno, con un raquítico 4,79 por ciento de los sufragios.

Socialistas griegos y españoles habían ido siempre de la mano, especialmente durante la crisis que arrancó en la segunda década de este siglo. A diferencia de los gobiernos helenos, en España la decisión de Mariano Rajoy de no pedir el rescate a Bruselas (que, por cierto, le reclamó la izquierda al unísono, encabezada por su periódico de referencia) nos salvó de una rebaja del 40 por ciento de las pensiones y una dinámica perversa para cualquier nación. Cuando Atenas fue intervenida por Europa, hay que recordar cómo Pedro Sánchez, entonces incipiente mandamás socialista, se desmarcó de sus aliados, para establecer diferencias sobre su propio futuro. El gran Sánchez, siempre tan solidario y firme con sus principios.

Sin embargo, las ruinosas recetas eran las mismas y el propio Sánchez llevó al humilladero a su partido un año después, con la caída más fuerte de una formación europea detrás del PASOK. Con Su Sanchidad a la cabeza, el socialismo español pasó de tener durante los años 80 con Felipe González un 48 % de los votos a un 22 %. Los titulares de esos días, bien los recuerdo, apuntaban al riesgo que corría el PSOE de padecer el penoso final del socialismo griego. En aquel país, el primo hermano de Podemos, Syriza, logró sustituir al PASOK mientras aquí los socialistas colapsaron, en parte también por el bocado que les dio Iglesias: Pedro obtuvo los peores resultados electorales de la historia, se sometió a una investidura ridícula pese a no haber sido el más votado, dimitió ante la presión de los barones porque no quería facilitar la gobernabilidad de España respaldando la investidura de Rajoy y finalmente volvió para hundir al país hasta las cotas que vivimos.

Como la tal Eva Kaili, Sánchez es un producto líquido e insustancial de la izquierda caviar, que intenta someter a los europeos a una nueva religión laica, basada en las patrañas del nuevo feminismo, del ecologismo y de la imposición de las minorías LGTBI. Pedro y Eva, que van de guaperas, mienten más que hablan, copan portadas de medios de comunicación aparentemente serios que los suben a los altares como si fueran estrellas del rock (la griega fue nombrada persona del año por Der Sipiegel y entró en el ránking de europeas más influyentes; el nuestro se hace autodocumentales y se fotografía a lo Top Gun) pero, mientras tanto, destruyen cuanto tocan, ejercen el nepotismo más feroz y, a la menor que te descuidas, hacen negocio con la familia y se llenan la faldriquera de dinero público. Eva y Pedro son dos socialistas muy ecologistas, enteramente feministas y dos calamidades para sus países. Iguales pero separados al nacer.