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Perro come perroAntonio R. Naranjo

Pedro Sánchez y Tina Turner

Alguien con un poco de sentido del pudor se hubiera avergonzado al ser sorprendido con ese himno, en el caso de que desconociera la sorpresa; o la hubiera rechazado de antemano

Pedro Sánchez se personó este fin de semana en Cataluña para perorar sobre su autogolpe blando, que es igual que el duro de su homólogo peruano pero con menos prisas y menos bebida.

Y fue presentado por una de las cheerleaders socialistas émulas de Miquel Iceta, ministro en los ratos libres que le deja el baile, con la canción «Simply the best» de Tina Turner, que tiene una estrofa memorable para describir lo que el personaje piensa de sí mismo:

«Eres simplemente el mejor,
mejor que todo el resto,
mejor que cualquiera,
cualquiera que haya conocido».

Alguien con un poco de sentido del pudor, que es la epidermis del alma según preciosa definición de Víctor Hugo, se hubiera avergonzado al ser sorprendido con ese himno, en el caso de que desconociera la sorpresa; o la hubiera rechazado de antemano, en el caso de haber sido consultado por el adlátere de turno.

Pero a Sánchez le pareció estupendo: aceptó el regalo, lo hizo suyo y se sintió perfectamente representado con otro pasaje que él, buen conocedor del inglés desde sus tiempos de enchufado en Bruselas, pudo traducir en tiempo real:

«Tú vienes a mí, vienes a mí salvaje y furioso.
Y cuando vienes a mí
me das todo lo que necesito.
Me das una vida de promesas y un mundo de sueños».

Se desconoce si el mitin se coronó como aquellas iniciáticas corridas de Jesulín de Ubrique en las que, al terminar la faena, al empezarla o a mitad de ella el diestro recibía una lluvia de ropa interior humedecida, pero nada se puede descartar en el universo sanchista, cada vez más próximo al de aquella secta del reverendo Jim Jones, en la Guyana, donde los feligreses bebieron veneno, felices, ante la promesa de que su muerte les abriría las puertas del paraíso.

Pero quienes aún se preguntan si Sánchez tiene remedio, si sus abusos son tan siniestros como coyunturales y si, en algún momento, recuperará la cordura constitucional y se distanciará de sus implacables secuestradores nacionalpopulistas, vean su epifanía musical en Barcelona.

Todos escuchábamos a Los Sirex cantando «Que se mueran los feos», pero a él nadie le saca de la cabeza que estaba sonando «Pedrito, eres el mejor». Estamos perdidos. Toda posibilidad de redención y de rectificación es inviable con un sujeto que llama «conciliación» a la rendición; tilda de «política arriesgada» el asalto al Tribunal Constitucional y, cuando le ponen una canción inapropiada que a cualquiera abochornaría, está convencido de que Tina Turner la compuso pensando en él.