Calvo 0 -Montero 1
Si oyen, en el osario que Sánchez está dejando a su paso, una voz lastimosa con acento de Cabra es de Carmen Calvo, que ha perdido definitivamente el partido ante su enemiga
Carmen Calvo nos ha obsequiado con frases que nos han alegrado la vida. Con tantas perlitas soltadas por esa boquita de Cabra (Córdoba) nos podríamos hacer un collar de tres vueltas. Cómo olvidar cuando dijo, como ministra de Cultura del Gobierno de Zapatero, que «nosotros administramos dinero público y el dinero público no es de nadie». Como andaluza socialista Carmen eso lo sabía a las mil maravillas, pues fue consejera de la Junta cuando ese aserto era ley: sus compañeros en el Gobierno autonómico, del que ella formó parte también cuando los ERE se desviaron, usaban dinero (de los parados, no de nadie) para bolsillos amigos y por eso el régimen socialista duró casi cuatro décadas. En la baratija de Código Penal que nos ha dejado Sánchez, eso sería premiado hoy como un ejercicio democrático de generosidad con los fondos públicos. Pudiéndoselo llevar a casa, los socialistas andaluces los repartieron entre prostíbulos, clientelismo y estupefacientes. Desprendidos los llamaría yo.
Luego, cuando Carmen Calvo fue reencarnada en mano derecha de Pedro Sánchez, acuñó una locución que todavía no ha podido mejorarse. Corría el año 2021 y la vicepresidenta fue preguntada por la promesa de su jefe de aplicarle el delito de rebelión a los independentistas, a los que luego indultó y convirtió en impunes. Ante la acumulación de trolas que ya atesoraba el jefe del Ejecutivo, la ministra sentenció la dualidad de Su Persona: «El presidente del Gobierno nunca ha dicho eso, lo dijo Pedro Sánchez, que entonces no era presidente». O sea, la duplicidad del ser.
Esta feminista de la señora Pepis emprendió una batalla en el Gobierno contra la cónyuge de Pablo Iglesias, Irene Montero, a la que Sánchez otorgó las competencias en Igualdad. La egabrense fue perdiendo una a una todas las batallas (ley trans, ley del 'solo sí es sí'…) hasta la derrota final: el presidente la echó en verano de 2021 con cajas destempladas, no sin antes dejarla perpetrar, como premio de consolación, el bodrio de la llamada Ley de Memoria Democrática. Franco ha dado para tanto después de muerto que hasta sirvió para curar la autoestima de la que fuera vicepresidenta del Gobierno de España, una doctora en Derecho Constitucional que inexplicablemente tiró por el sumidero del sanchismo su prestigio académico, si es que algún día existió.
Ahora, como el Cid en versión invertida, ha perdido su última batalla (el credo del feminismo clásico) después de muerta. El PSOE, Sánchez y la España anestesiada se han tenido que comer una aberración jurídica que deja en manos de los menores su cambio de sexo, sin tutela judicial ni permiso paterno. En esto, permítanme, yo iba con Calvo. Entre susto y muerte, yo prefería susto. Si oyen, en el osario que Sánchez está dejando a su paso, una voz lastimosa con acento de Cabra es de Carmen Calvo, que ha perdido definitivamente el partido ante su enemiga. Y, con ella, todos nosotros.