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Pecados capitalesMayte Alcaraz

El teatrillo de Page

Que den un golpe en la mesa y le digan a su presidente que en este PSOE no quieren seguir. Y una manera de apuntalar esa determinación es votando contra sus golpes institucionales

Me gustaría creer a Emiliano Garcia-Page. Incluso cuando pactó el Gobierno de Castilla-La Mancha con Podemos –corresponsable de las calamidades que hoy sufrimos– quise creer que no tuvo más remedio. La verdad es que puse voluntad porque en el país de los ciegos sanchistas, el tuerto Page nos sirve como rey. Pero no puedo dejar de hacerme la que considero que es la gran pregunta: ¿al manchego le duele España o lo que le mueve a marcar distancias con Moncloa es su futuro electoral color hormiga por culpa de las tropelías del Sumo Líder?

No tengo la respuesta, pero sí la sospecha basada en el conocimiento de esos animales mitológicos de los que todo el mundo habla –los barones socialistas con un ápice de patriotismo– que a la postre se han tragado todas las ruedas de molino habidas y por haber: la ingeniería social de la ultraizquierda que está destruyendo nuestra nación, los indultos a los golpistas, el encamamiento con Otegi, los estados de alarma inconstitucionales, la eliminación de los contrapesos en el PSOE, la expatriación del Rey Juan Carlos, la colonización de todas las instituciones del Estado…

El Page que hoy pone el grito en el cielo porque Sánchez ha cambiado el Código Penal a la medida de los delincuentes que le sostienen es el mismo que prometió que dejaría la política si Pedro ganaba a su defendida, Susana Díaz, y que sin embargo siguió atado al PSOE, su fuente de ingresos desde que era jovencito. Este político profesional que estudió Derecho es listo y conoce a las mil maravillas la tierra del Quijote. Es consciente de que a sus paisanos las vergonzosas concesiones de Sánchez con los separatistas les generan vómitos y la manera de que la pota no la arrojen sobre él en las autonómicas es mirar a cámara y afear al presidente su deriva, en un teatrillo que cuesta creerse. Es verdad que esta vez no ha sido un pellizquito de monja de los que habitualmente le propinaba, para a renglón seguido plegarse a sus designios, pero el tiempo procesal en que lo hace es altamente sospechoso. Si Sánchez ha llegado hasta aquí es porque no ha encontrado un solo obstáculo interno para no hacerlo.

Su Sanchidad soltó a Junqueras y a sus amigos con serpentinas y matasuegras y a lo más que llegó don Emiliano es a balbucear un «no me gusta». Pero, claro, entonces no estaba tan cerca la prueba del algodón del próximo 28 de mayo. El 14 de julio pasado se votó en el Congreso la cainita Ley de Memoria Democrática y los 19 diputados socialistas castellano-manchegos tuvieron en su mano dar un paso adelante y demostrar su patriotismo votando en contra y no lo hicieron, a pesar de que esos infames 48 folios no citan, por imposición batasuna, ni una sola vez a ETA y de que los mismos proetarras han incluido el primer año del Gobierno de Felipe González como parte del posfranquismo, para poder investigar al GAL. Ni mu dijo Page.

Bienvenida sea la protesta del presidente de Castilla-La Mancha, incluso la de Lambán, que juega a la yenka: pero hace falta algo más. Que den un golpe en la mesa y le digan a su presidente que en este PSOE no quieren seguir. Y una manera de apuntalar esa determinación es votando contra sus golpes institucionales. Pero, claro, estos barones también han tragado con que Sánchez les colocara a casi todos sus diputados nacionales, que ahora son de filiación sanchista. Aunque las elecciones estuvieran lejos, fue necesario poner pie en pared mucho antes. Por decencia política.

Lo de Page llega tarde.